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MALTRATADORES DE CLIENTES

Hablemos de acuerdos empresariales. Cuando dos partes se juntan para discutir un asunto en el que tienen intereses comunes, lo normal es que el diálogo gire en torno a las condiciones de la contratación. Salvo que haya existido una relación previa entre los interlocutores o que alguno de ellos cuente con información de buena mano facilitada por terceros que le predisponga a la negociación (el “boca a boca” famoso), lo normal es que esa primera toma de contacto se inicie desde cero en cuanto a conocimiento recíproco.

Así las cosas, estos bis a bis se ajustan a un toma y daca entre los negociadores buscando puntos de encuentro y seleccionando aquellos términos que más satisfacen a ambas partes. Estoy hablando de relaciones contractuales a largo plazo, en las que ambas empresas tendrán que seguir relacionándose más allá del momento puntual de la firma del acuerdo.

Si al final existe interés por ambos lados, el acuerdo se firma y comienza a estar en vigor hasta el momento de la renovación o hasta que alguno de los dos encuentre una oferta más interesante que obligue a reconsiderar el pacto. Lo que quiero transmitir, en definitiva, es que el nacimiento de las relaciones entre las empresas se basa casi siempre en unos términos de colaboración muy concretos plasmados en un acuerdo que puede revestir mayor o menor grado de formalismo.

Y a partir de ese momento, ¿qué? A partir de aquí lo que cobra capital relevancia es la relación y la interacción que exista entre ambos firmantes, y esta relación será la que determine la continuidad o la ruptura del acuerdo. Pueden darse tres casos:

  • Relación cordial.- un buen entendimiento conduce a que la relación contractual se renueve sin mayor problema.
  • Relación fría, distante.- si ambas partes siguen “cada una por su lado”, cumpliendo estrictamente lo pactado pero sin ningún “cariño” más entre ellos, la continuidad de la relación dependerá de si se cruza por el camino otro proveedor que mejore las condiciones pactadas o no. Es más, cuando se acerque el momento de la renovación, no es descartable que una de las partes abra un periodo de consulta en búsqueda de alternativas, por si alguna de ellas mejora lo que ya tiene. Es la consecuencia de la “frialdad” aplicada a la relación
  • Relación agresiva.- si durante el periodo de vigencia del contrato hubo algún tipo de acción que es considera como “lesiva” por el otro, las probabilidades de cambio de proveedor y/o cliente se multiplican. Este caso se da mucho en aquellas empresas monopolísticas que abusan de su posición de mercado para “exprimir” a los clientes, empresas que vuelcan una gran cantidad de recursos en la captación (ofertas llamativas y realmente atractivas) pero que olvidan totalmente la fidelización, el trato, la relación cordial.

Estamos viendo los dos aspectos clave de una contratación en el caso de relaciones recurrentes entre las empresas. Captar es relativamente fácil; consiste en ofrecer condiciones poderosas, mejores que las que pueda ofrecer la competencia, que inclinen al “oponente” a firmar un acuerdo. Cuando se negocia se le da mucho peso a este tipo de condiciones porque no existe otro elemento de peso que deba ser valorado (se desconocen muchos pormenores relacionados con el trato y la calidad del servicio asociado a la empresa que nos quiere captar). Pero a partir de ese momento, el tiempo muestra los “intangibles” de la empresa, “desnuda” su trato al cliente, su capacidad de gestión de las reclamaciones y las quejas, su cercanía en la relación, etc., etc.

Y estos nuevos elementos son los que, finalmente, serán valorados por el cliente a medida que pase el tiempo y los que determinarán la continuidad o no del acuerdo pactado. Hay muchos ejemplos de esto: todos recibimos en alguna ocasión ofertas tentadoras de otros proveedores (bancarios, de telefonía, de seguros…) que descartamos porque nos encontrábamos a gusto con nuestro actual proveedor y no teníamos ganas de “complicarnos la vida”, de correr riesgos en la relación a cambio de ahorrarnos un poco de dinero en el contrato.

Mi reflexión de hoy va encaminada a aquellas empresas que descuidan el trato con el cliente, ignorando así el elemento más importantes que  determina la prórroga de un acuerdo. Muchas de estas empresas son conscientes de esto, es decir, saben que no es una de sus virtudes el buen trato a los clientes sino todo lo contrario: el maltrato; pero lejos de proponerse mejorar esa carencia en la relación, lo que hacen es poner sus esfuerzos en “blindar” el contrato poniendo zancadillas para evitar que el cliente se vaya una vez que descubra ese maltrato: cláusulas abusivas, penalizaciones por marcharse, trabas burocráticas que dificultan la salida, trámites pesados (envío de documentos por fax…), etc. A todas ellas les sugeriría que cambiaran su planteamiento: menos ofertas tentadoras, menos “oscurantismo” en las condiciones y más claridad y voluntad de calidad en el servicio. Quizá las cosas les fueran mejor, tanto a la hora de fidelizar clientes como en el afán por conseguir una sólida imagen de empresa.

Un fuerte abrazo

fIRMA SOCIAL BUSINESS

 

 

 

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YO NEGOCIO, TU NEGOCIAS, EL…

Aprovechando que mañana comenzaré un seminario sobre negociación, hoy voy a hacer alguna disertación al respecto que además pretendo que sirva para los que van a asistir como documento de introducción y apoyo.

Básicamente, lo que quiero hacer es desmitificar algunos conceptos que se arrastran “de tanto ver la tele” y que no se ajustan a la realidad de lo que sucede en el día a día del negociador.

Para empezar, tengo una mala y una buena noticia que darles. La mala noticia es que si –una vez finalizado el curso- alguien aspira a negociar como lo hacen los americanos en las películas… que se lo vaya sacando de la cabeza. Eso sólo pasa el Hollywood. En la mayoría de las gestiones de nuestro día a día no hay despachos acristalados en la planta 99 de un rascacielos, ni hay una mesa ovalada en la que se sientan 20 directivos perfectamente trajeados, ni la gente “corriente” habla con ese tono de voz tan fuerte y contundente, ni las negociaciones van trazadas con “tiralíneas” y salen como quiere el “bueno de la película”, etc. Conmigo no aprenderán esas técnicas. Para eso tienen que hablar con los guionistas de las películas y ellos les dirán cuál es la frase perfecta para cada situación concreta.

La buena noticia es, por contrapartida, que como negociar no es llegar a esos niveles de perfección peliculera, está al alcance de muchos de los que vivimos a pie de calle y no sabíamos de esta capacidad negociadora nuestra.

Negociar es dominar el arte de la comunicación, puesto que al fin y al cabo, la negociación es un acto de comunicación en el que se dan una serie de premisas muy concretas que mañana “destaparé” y sobre las que disertaré durante cuatro jornadas. Conocer estas singularidades comunicativas es clave para saber abordar estos procesos, y como comunicarnos está al alcance de todos, negociar también (más o menos).

Una cuestión en la que conviene mentalizarse y mentalizar a nuestros jefes, es que las negociaciones ¡¡pueden fracasar!! El fracaso es, simplemente, llegar al final del diálogo y no cerrar ningún acuerdo. Las personas que negociamos solemos pensar –equivocadamente- que cuando no cerramos un trato estamos negociando mal. Es más, en las empresas se tiende a medir al negociador por la cantidad de acuerdos que cierra, y no por la calidad de los mismos, lo cual conduce a efectos perniciosos y muy negativos para la organización y el representante. Muchas personas con responsabilidad de negociar caen en el error de tratar de cerrar un acuerdo sea como sea, porque si no lo hacen así temen que en su empresa les van a ver como un mal gestor. Y esta creencia conduce, inexorablemente, a hacer más concesiones de las previstas y a cerrar acuerdos “cogidos con pinzas”, todo ello con el objetivo de colgarse alguna medalla en la solapa que puedan ver los demás.

No es una cuestión fácil de resolver; yo mismo me vi tremendamente presionado psicológicamente por mis superiores en ciertas negociaciones, de tal modo que mi dilema era siempre el mismo: ¿qué es preferible? ¿romper el acuerdo por no encontrarse un punto de entendimiento y presentarme ante la empresa con las manos vacías, o ceder un poco más hasta conseguir un mal acuerdo para mi empresa pero poder presentarme como un gestor que cierro compromisos? Complicado, ¿verdad?

Y para finalizar una última cuestión que quiero esbozar para romper los paradigmas de mucha gente: no siempre que consigo un acuerdo en términos claramente favorables para mí puedo decir que he hecho una buena negociación. Esto es tener una visión parcial del concepto de negociar que conduce a aquella famosa frase que dice… “cuanto más alto subes, más fuerte es la caída”

Reciban un cordial saludo

fIRMA SOCIAL BUSINESS

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NEGOCIACIÓN O EXTORSIÓN

Saber negociar con eficacia es una de las preocupaciones formativas más frecuentes entre nuestros directivos. Hay suficientes razones para ello: los designios de una empresa se deciden en multitud de contratos, y si éstos no se negocian de modo adecuado puede ponerse en peligro la viabilidad de la organización.

Ahora bien, si comenzamos a preguntar por ahí adelante qué se entiende por negociar bien, veremos que existe una gran confusión en el término. Por ejemplo, de una persona que consigue firmar muchos acuerdos en términos que claramente le benefician, se dice de él que es un buen negociador. Yo voy a poner esta afirmación en entredicho.

Lo primero que hay que comprender es que una negociación es algo más que los términos del acuerdo entre ambas partes: afecta también a la relación entre las personas o las empresas. ¡¡Esto suele olvidarse!! Por ello, antes de empezar a negociar conviene tener presente hasta qué punto va a existir una vinculación futura y contemplar cómo pueden afectar las premisas que uno lleva a la negociación a esta venidera relación; por ejemplo, si uno va a comprar un coche puede usar tácticas de negociación más agresivas, porque en este caso la probabilidad de repetir compra son bastante remotas y poco importa, en consecuencia, la relación futura que se vaya a tenerse con el vendedor o el concesionario. Pero si uno está negociando un proveedor de mantenimiento para la web de una empresa, aquí deben contemplarse más cosas de las que suelen aparecer en el contrato (precio, calidad, etc.) Aquí importa que a la empresa “contraria” también le convenga la firma, no sea que tensemos demasiado la cuerda a nuestro favor y nos encontremos que el proveedor se desvincula cuando toque la renovación del contrato al comprobar que el acuerdo no le fue tan satisfactorio como pensaba en un primer momento, dejándonos “colgados de la brocha”.

En estos casos concretos en los que la relación debe mantenerse en el tiempo, una buena negociación es aquella en la que se consiguen beneficios para ambas partes (¡¡no solo para una!!). Si uno no hace ciertas concesiones y usa su poder negociador a modo de “extorsión”, puede encontrarse con la desagradable sorpresa que la parte contraria descubra -con el tiempo- que los términos del acuerdo le son perjudiciales, dando pie así a la aparición de serios problemas: rebaja en la calidad, ruptura del contrato, dejadez en la atención…

En definitiva, hoy quería poner en duda que un buen negociador sea aquel que siempre obtiene beneficios claros para él o su compañía. Aunque en principio esto pueda parecer así, no contemplar la variable “relación entre las partes” puede acarrear problemas que echen al traste lo que parecía un acuerdo claramente beneficioso. Cuando tenga que acudir a una negociación con un proveedor con el que se entable una relación “recurrente”, le sugiero cambie su planteamiento “ganador” por otro “win-win”. Recuerde que en estos casos una buena negociación es aquella que aporta beneficios para los dos, y no sólo para una de las partes. Los acuerdos que “extorsionan” al contrario no tienen demasiado recorrido en el tiempo y a veces generan más problemas que ventajas.

Un fuerte abrazo

fIRMA SOCIAL BUSINESS

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LA ARGUMENTACIÓN DE VENTAS

La argumentación es la parte central del proceso de ventas y se le suele dar una importancia capital. A veces más de la que se debiera, porque hay gente que olvida –o desconoce- que el proceso de ventas se inicia con la selección de los clientes idóneos, y que si fallamos aquí, por muy buenos que seamos argumentando, estaremos perdiendo el tiempo: al cliente no le interesará lo que decimos.

Cuando entablamos la conversación con el cliente nunca podemos olvidar que nuestro objetivo (vender) tiene que ir precedido de una serie de pasos:

  1. Lo primero que tenemos que hacer es “romper el hielo”. Nuestra finalidad es sonsacar cierta información al cliente para ver si nuestro producto encaja con él, y suele ser demasiado brusco y frío comenzar directamente planteando preguntas “agresivas”. Si somos capaces de encontrar una conversación abierta y cordial que facilite las cosas, estaremos dando pasos de acercamiento.
  2. Nuestro siguiente objetivo es sondear las necesidades del interlocutor. Poco a poco iremos dirigiendo la conversación hacia temas empresariales para tratar de averiguar si hay alguna posibilidad de que nuestro producto cubra alguna carencia que él tenga. Generalmente los clientes son reacios a hablarnos de estas cosas porque no nos suelen ver como personas interesadas en mejorar su negocio, sino como oportunistas que estamos al acecho de cualquier “puerta” que se nos abra para colarnos hasta la cocina. El planteamiento “win-win” es la solución para evitar estos malos entendidos.
  3. Llegados a este punto sí podremos comenzar la argumentación técnica, siempre enfocada a responder a aquellas necesidades que el cliente ha manifestado. Recordemos que el enfoque que hay que darle a esta argumentación es la venta de beneficios, no la mera y simple descripción de características. Estas segundas explican los primeros, que es lo que al cliente realmente le interesa.
  4. Finalmente conviene sondear qué expectativas tiene el cliente de que nuestro producto solucione su problema. No olvidemos que la satisfacción o decepción futura dependerá especialmente de esto. Si el cliente tiene unas expectativas altas y nosotros no llegamos a satisfacérselas, el cliente se sentirá decepcionado. Por el lado contrario, si somos capaces a darle una solución que supere sus expectativas, estaremos dando pasos de gigante para conseguir fidelizar un cliente.

Los vendedores solemos caer en el error de realizar entrevistas a los clientes de modo automático: charlamos un poco y comenzamos a argumentar, como loros de repetición. Olvidamos cuál es nuestro objetivo, que no es el de contarle al cliente las propiedades de un producto, no. Es buscar aquellas razones que él pudiera tener para comprarlo y convencerle de que nuestra opción es la mejor posible para solventar sus carencias. Como se dice en el libro de los “7 hábitos de la gente altamente efectiva”, debemos tener siempre EL FIN EN LA MENTE.

Un abrazo

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Fidelizar clientes        Negociación win-win       No vendemos características

TIPOLOGIAS DE CLIENTES (II)

Siguiendo con el tema de ayer, vamos con otras dos tipología de clientes.

  • Cliente INTIMIDADOR.- A diferencia del regateador ya comentado, éste no busca un buen trato negociando las condiciones a la baja; lo que busca es imponer sus condiciones en espera de que su proveedor las acepte sin más. Su punto fuerte está en que, como saben lo que quieren, tienen bien preparada la estrategia a seguir; conocen perfectamente lo que ofrecen los competidores y conocen también sus derechos legales. Los intimidadores responden positivamente a argumentaciones técnicas y a conceptos basados en la calidad, siendo ésta una vía para “atacarlos”. Su presión negociadora suele ceder ante argumentos de peso, ante los que se ven debilitados. Por tanto deben ser visitados por vendedores con una gran confianza en sí mismos, buenos conocedores de sus productos y con una gran capacidad de empatía. Los intimidadores respetan el poder y el conocimiento de las reglas. Suelen hablar en tono autoritario y hay que aceptárselo, para posteriormente contra-argumentar usando estrategias técnicas muy agresivas, todo ello sin perder la calma ni el respecto debido. En determinados casos suele funcionar que el vendedor vaya acompañado de un superior jerárquico, haciendo así que el intimidador se sienta importante en el trato pero acobardado por su interlocutor.
  • Cliente CHARLATÁN.- Las visitas previstas de un cuarto de hora se convierten en charlas de más de una hora. Son personas que buscan relación social y les motiva la oportunidad de expresarse y manifestar sus opiniones ante los demás. Uno de los mayores problemas que nos causan es el tiempo que nos consumen, tiempo que les tenemos que quitar a otros clientes. Se les suele ganar con mucho apretón de manos y palabras cordiales, haciéndoles saber que “nosotros siempre estaremos ahí para lo que necesite”. El vendedor tiene que tener una gran habilidad para manejar los tiempos y las conversaciones, porque de lo contrario estamos a su merced. Se requiere paciente y un buen manejo del lenguaje no verbal. Si se abandonan (aunque sea temporalmente) se sentirán muy frustrados y decepcionados con la empresa, por lo que antes de tomar medidas de este tipo conviene valorar cuánto podemos perder.

De estos dos grupos comentados, en mi experiencia personal son más complicados de tratar los charlatanes. No sólo por lo costoso que es tenerlos contentos, sino porque además suelen ser “así con todo el mundo”, lo que nos iguala a otros competidores. Los intimidadores suelen ser buenos clientes para quien los capta: son más fieles y cuando la competencia que no empatiza con este perfil, suele abandonarlos. Con un charlatán es fácil tener un comprador, pero que no acabe siendo cliente: cuando dejemos de estar, lo perderemos.  Con un intimidador se puede tener un cliente fiel: seguirá fiel aunque lo abandonemos una temporada.

Un saludo

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TIPOLOGÍAS DE CLIENTES (I)

En los próximos días voy a dedicar una serie de artículos a definir diversas tipologías de clientes, cómo son y cómo abordar la venta con ellos. Tener un fichero segmentado por perfiles puede ayudar a trazar estrategias óptimas, si bien hay que reconocer que en muchas ocasiones es francamente difícil “encasillar” a un cliente en un perfil concreto. Como siempre, la tarea del vendedor y su perspicacia juegan un papel fundamental en el éxito de esta segmentación:

Cliente REGATEADOR.- Se mueve motivado por conseguir un buen negocio a precio bajo. Entiende por “buen negocio” conseguir comprar a precios incluso inferiores al coste del fabricante. Una característica muy definitoria de este perfil es que intentará renegociar los compromisos después de cerrarlos, con el objetivo de mejorar aún más sus condiciones. Estos clientes muestran mucho interés por recibir presentaciones de producto llenas de detalles económicos, en las que cada afirmación del vendedor deba ir soportada en valores. Si queremos hacer alguna promoción de marketing deberá ir orientada en sentido económico, puesto que para el cliente todo gira en torno a esto. La calidad pasa a un segundo plano, siempre inferior al concepto “dinero”. Los regateadores tienen miras estrechas y se sienten presionados para alcanzar un buen acuerdo monetario, dejando de lado otros aspectos como el servicio, la calidad… Negocia con varios proveedores a la vez estableciendo pujas competitivas a la baja. Quien oferte los precios más económicos, suele ganar la venta. Para negociar con clientes “regateadores” deben tenerse claras una serie de pautas:

  • Ojo con remarcar mucho los precios de la competencia. Puede volverse en nuestra contra.
  • Hay que tener muy claro cual es el coste del producto que ofertamos para saber en dónde tenemos el límite. El negociador nos forzará a bajar precios, por lo que tenemos que saber muy claro hasta donde podemos hacerlo.
  • Sopesar el efecto “araña”: si conseguimos un primer pedido debemos tener presente que en el siguiente nos forzará a una nueva rebaja. ¡¡Que no nos atrape en su red, porque nos resultará difícil soltarnos!!
  • Se necesitan vendedores con la capacidad para “saber decir no” en caso de que se entablen negociaciones muy agresivas.
  • Como la batalla del precio la tenemos muy difícil, interesa abrir otros frentes “asociados” que compensen: introducir algún servicio adicional, acceder a algún negocio más rentable vinculado con este cliente…
  • Intentar convencer al cliente de la importancia del “valor añadido” del producto; aunque una manera de introducirnos sea negociar en precio, para sucesivas compras debemos hacer salir al cliente de esa casilla y que poco a poco le vaya dando valor a otras premisas.

Hasta aquí esta primera aproximación a las tipologías de clientes. En próximos post hablaré del cliente INTIMIDADOR y el cliente CHARLATÁN.

Un saludo

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“EN EL DESPACHO HABLAMOS DE GOLF…

golf … y en el golf hablamos de negocios”. Esta frase es muy usada en EE.UU. y viene a decir que los buenos negocios deben hacerse fuera de los despachos. ¿Es esto cierto? Quizá sí, y sobre todo con aquellos clientes difíciles. Por cliente difícil debe entenderse… a) aquel cliente “cerrado” que no aporta información útil para saber cómo enfocar la venta   b) aquel cliente “poderoso” que actúa con soberbia, conocedor de su poder negociador    c) una mezcla de ambos.

Para vencer al cliente “cerrado” quizá solamente haga falta tiempo y relación. Muchos clientes se ponen a la defensiva ante los vendedores, más como una cuestión “cultural” (es algo que aprendieron a hacer y lo repiten sin más) que como una reacción lógica y sensata (¿a qué tienen miedo? ¿están satisfechos al 100% en todo para no querer saber nada más de nadie?) El trato personal puede llegar a “ablandar” la relación y puede hacer que una relación fría y distante se convierta en una relación cordial y profesional. Lo poco que podamos hacer por fuera del despacho (tomarnos un café, realizar una comida…) acelerará ese proceso.

Para vencer al cliente “poderoso” es probable que una estrategia similar –aunque interesante- no sea suficiente. Quizá convenga abordar un “ataque global” buscando todos los frentes de acceso posible. Si uno tiene que negociar con un cliente importante, de esos que puede llegar a suponer una cifra sustancial de negocio para la compañía –cosa que ellos saben o, al menos, intuyen- la manera de “ablandar” la situación es buscando contactos cercanos al decisor de la compra. Ojo: ¡¡ no siempre aquella persona que firma el pedido es la que realmente toma la decisión !! A veces esta persona está muy influida por el jefe financiero (que le limita los presupuestos) o quizá esta persona consulte con algún técnico de la empresa, cuya opinión no resulta definitiva si es positiva, pero sí que impide la compra si es desfavorable (como el técnico diga que el producto no funciona…) El trabajo de acercamiento debe ir enfocado tanto a quien creemos es el decisor como a su entorno cercano. En este tipo de “maniobras de aproximación” no debemos olvidar a nadie: las secretarias pueden darnos información útil. Las redes sociales nos pueden servir para recabar información sobre gustos, hobbies. Nos pueden facilitar también nombres de otras personas de la compañía, con las que quizá se pueda entablar un contacto “anónimo” a través de internet. No olvidemos que a día de hoy las estadísticas dicen que el 70% de los internautas están registrados en alguna red social, lo que viene a mostrar la importancia de “otear” este canal y usarlo a nuestro favor cuando convenga.

Una vez localizada la información importante y tejida una red de contactos (en la que podemos implicar a otras personas de nuestra empresa; por ejemplo, nuestro financiero puede mantener contacto “profesional” con el financiero de la empresa objetivo a través de una red social), es el momento de aprovechar todo ese poder informativo para dar los ataques iniciales. Se supone que ya sabemos si existe algún técnico con poder en la decisión y se supone también que ya hemos ido relacionándonos con él. Las relaciones a otro nivel (financiero vs financiero) ya deben estar maduras y debemos tener la seguridad que, aunque no vaya a ser él quien tome la decisión final, no nos supondrá un problema en la negociación. Si aprovechamos estas relaciones para ir mandando “mensajes” subliminales al cliente y además aprovechamos toda la información para tratar de sacar al cliente de su entorno habitual (quedar para comer, dejarse caer por un campo de fútbol donde sabemos que está, etc.) estaremos aproximándonos mucho al objetivo perseguido.

La estrategia americana comentada al inicio incide mucho en esto: los despachos actúan como fortalezas inexpugnables para quien quiere romper la rutina de un empresario (intentar que cambie de proveedor no deja de ser la mayoría de las veces una amenaza a su rutina, a su status quo). Por ello buena parte de las acciones se deben dirigir a buscar afinidades que puedan ser aprovechadas para que el cliente salga de su castillo, a sabiendas que fuera de ese entorno las negociaciones adquieren otro cariz. Generalmente los clientes son más “transparentes” cuando salen de su rutina, y no olvidemos que la información es fundamental para saber cómo orientar nuestra estrategia vendedora.

En conclusión: aprovechemos las relaciones sociales para alcanzar aquellas metas más difíciles que no somos capaces de alcanzar de otro modo. Y aprovechemos también a las personas del entorno del cliente cuando tengamos la impresión que no hay ninguna otra manera de vencer la resistencia que nos ofrece. Si ninguna de esas estrategias funciona, entonces sí que habría que plantearse en serio sacar al cliente de la cartera. Pero antes de llegar a esa medida… “hablemos de golf en el despacho y de negocios en el campo de golf”.

Un saludo

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PSICOLOGÍA DE LAS NEGOCIACIONES

Hace dos días dediqué un post a hablar de negociaciones enfocándolas desde el punto de vista psicológico, sin entrar en cómo es el proceso de negociación en sí (para esto hay cientos de libros en el mercado). El tema es bastante denso y hoy quiero ahondar algo más y revisar algunos conceptos ya expresados.

En aquel post hablé de una “batalla psicológica” inicial, en la cual la persona que consiga emocionar al contrincante tiene las de ganar. Esto es así porque las ventas siempre tienen dos partes: primero surge una emoción y luego la razón busca la conveniencia o no de cerrar la compra. Veamos algunos ejemplos:

Si nosotros vemos por la calle un coche que nos gusta, esa emoción lleva a nuestro cerebro a buscar razones para comprarlo. Lo normal es que diga: “ya, es muy bonito pero no tengo dinero disponible para la compra” (la razón ha echado para atrás a la pasión).  Si veo un traje en un escaparate puedo automáticamente imaginarme cómo me sentaría. Si me veo bien, elegante, la razón decidirá si es una buena compra o no: sopesará el tipo de tejido, (por ejemplo si es caluroso o resistente), el precio (razonable o no), el color (me va con tal camisa)…; en conclusión, lo que está buscando la razón son motivos para llevar adelante la compra suscitada por una emoción inicial.

Mi planteamiento es: primero algo me emociona y luego busco si hay razones objetivas para comprarlo. Pasión y razón van unidas y por ese orden en todas las compras excepto en aquellos productos denominados de baja implicación, o de compra por impulso, en los cuales solamente funciona la pasión (la emoción): veo en una estantería una lata de mejillones que me sugieren buena calidad, buen sabor, y la cojo sin pararme a mirar el precio, la caducidad o la etiqueta del envase.

Volviendo al tema de la negociación, como proceso de ventas que es tiene esos dos componentes. Dos personas que negocian entablan una batalla “emocional” de tal manera que aquel que consiga arrastrar al otro tiene todas las de ganar: dio el primer paso para cerrar un trato a su favor. Es como un pescador al que le picó un pez: ya sólo le falta sacarlo del agua -proceso que también requiere su técnica- Sacar el pez del agua equivale a la parte racional del proceso de compra: consiste en darle razones al cliente –una vez que lo hemos emocionado- para que cierre el trato. Si lo hacemos bien, habremos hecho una buena negociación en sus dos partes (emocional y racional). Si no cerramos ningún trato, será… 1) porque no fuimos capaces de darle buenas razones a pesar de que él sí estaba emocionado por el producto (como el caso del coche que me gustaba –me emocionaba- pero la razón me hizo ver que no era lógico empeñarme para tal compra) o 2) no hemos conseguido emocionar suficientemente al cliente y entonces es como aquel que intenta vendernos un producto de muy buenos atributos pero que nos deja indiferentes: ¿Vd. compraría algo que no le sugiere nada?

Remato este asunto con una cuestión sacada a relucir en un debate: lo mejor entre dos personas que negocian es buscar relaciones win-win, y efectivamente ese puede ser el punto final que permita el cierre del acuerdo. La negociación es toda la fase anterior antes de llegar a ese punto, fase en la que cada una de las partes viene con un planteamiento que tiene como objetivo obtener el mejor negocio para él. Si yo quiero lo mejor para mí y el otro también quiere lo mejor para él, está difícil que nos pongamos de acuerdo el algo. Alguno tiene que empezar a ceder. Aquí está la batalla psicológica por emocionar: cederá aquel que se deje llevar por las emociones del otro (primero) y por las razones que le aporte (segundo). ¿Hasta dónde cederá? Si es un buen negociador cederá hasta el punto de equilibrio “win-win” (ganamos los dos), que es donde tiene el límite de concesiones. Por lo tanto, buscar planteamientos win-win no es incompatible con ganar batallas al adversario. Nadie en una negociación deja ver a la primera hasta donde está capaz de llegar. Todo el mundo pone unas condiciones un tanto mejores para él a sabiendas que probablemente tenga que ceder algo, para así acabar en el punto medio que satisface a ambas partes.

Un saludoFirma blog

 

Post relacionado: GANAR UNA NEGOCIACIÓN, SI o SI

GANAR UNA NEGOCIACIÓN: SI o SI

Tengo la impresión de que el tema de hoy os va a gustar: voy a disertar sobre NEGOCIACIÓN, algo que sucede día a día en la vida de un vendedor. Lo primero, una definición: “negociar es el arte de conseguir que el otro quede contento porque yo me salga con la mía”. Ni más ni menos.

Cualquier otra alternativa no es negociar: si el otro queda contento por salirse con la suya, yo no he negociado, he cedido. Soy un mal vendedor. Si yo me he salido con la mía pero el otro no ha quedado contento, yo he “extorsionado”, “he engañado”. Nadie compra nada que no quiere; si yo lo he conseguido, no he negociado, he engañado. Muchas empresas quieren este perfil de vendedor y encima los tienen por “buenos comerciales”. Cuando al cabo del tiempo el cliente descubra que ha sido engañado, veremos en qué se queda la cartera de clientes de esas empresas. Negociar es conseguir que el cliente tenga la impresión de haberme ganado la “batalla” cuando realmente lo que ha sucedido es que yo he hecho con él exactamente lo que yo tenía previsto hacer.

Pregunta del millón: ¿que características debe tener un buen negociador? Vamos a ello. Para aprender a negociar hay miles de libros y millones de artículos en internet al alcance de cualquiera. Yo no voy a entrar a hablar de técnicas, pero sí me quiero parar en una serie de características innatas a la persona sin las cuales, por mucho que se estudie, nunca se llegará a ser un buen negociador:

1º) Negociar es entablar una batalla de emociones entre dos personas, y conviene tener muy presente SIEMPRE que la emoción es contagiosa de tal manera que cuando uno emociona al otro, acaba llevándolo a su terreno y gana la batalla. Por lo tanto, un buen negociador tiene que ser  una persona con un perfecto control de sus emociones. Un buen negociador es como un jugador de póker: a través de su cara nunca se puede llegar a saber qué jugada lleva. Tiene que ser capaz a no transmitir absolutamente nada al contrincante que le permita intuir si lleva una buena jugada o está marcándose un farol. Veamos con un ejemplo, cómo se desarrolla esta batalla emocional:

- Estoy ante un cliente para cerrar un trato de mucho calado. Tenemos una charla distendida de acercamiento antes de entrar en materia. Comenzamos la negociación e imaginemos que en primer lugar el cliente me dice algo así como… “Estoy dispuesto a comprarle a tu empresa 10.000 piezas si me las dejas a tanto precio”. (La cifra es altísima –supongamos mucho más alta de lo que yo esperaba vender- pero el precio está por debajo del que yo puedo ofrecer). A mí me puede afectar positivamente la cifra solicitada, pero si el cliente nota que me impactó y además yo me dejo arrastrar por la emoción de vender semejante cantidad, habré entrado en su terreno. Debo mantenerme frío, como si no me hubiera dicho nada. Ahora me toca replicar. Yo le podría decir… “lo que pasa es que el producto que tenemos es de una calidad tan alta que bajo ningún concepto puedo venderlo a ese precio”. Aquí le mando otro recado (“calidad tan alta”) de tal manera que si el cliente se “emociona” con este mensaje y tiene curiosidad por saber más (supongamos que pregunta: “¿a qué te refieres exactamente con alta calidad?”), lo habré llevado a mi terreno y tendré todas las de ganar. Ya podré argumentar a mi gusto generando nuevas emociones y arrastrándolo hacia donde a mí me interesa:  soy consciente que el primero que consiga llevar al otro a su terreno tiene todas las probabilidades de éxito, y yo ya lo habré conseguido. Cuando uno está emocionándose por lo que el otro le cuenta, es muy difícil luego enfriar ese estado de ánimo y volver al inicio. Este era mi objetivo fundamental como negociador: no dejarme influir por sus palabras y ser capaz de motivarlo con las mías. Si no consigo esto, fracasaré. Para finalizar este párrafo diré que el secreto para conseguir emocionar al otro y llevarlo a mi terreno pasa por tocar algún punto sensible en el adversario, algún punto que produzca “daño” o genere “beneficio”. Aquí he tocado el punto del beneficio: alta calidad de mi producto para el cliente.

2º) Otra cualidad innata que debe tener un buen negociador es la capacidad de interpretar el lenguaje no verbal del adversario. En esto nos ganan las mujeres, está científicamente demostrado. Se trata de intuir cuando una persona nos está intentando engañar (está tirándose un farol) y eso se sospecha cuando lo que nos dice su boca no concuerda con lo que expresan sus gestos. Es aquello que nos sucede a veces cuando escuchamos hablar a una persona pero automáticamente nuestra mente está detectando de modo automático incongruencias que nos hacen saltar las señales de alarma: “aquí hay gato encerrado”. En una negociación se producen muchos mensajes exagerados, distorsionados, maliciosamente intencionados, que pretenden convencer al adversario de cosas que no son ciertas para ganar la batalla. Un buen negociador sabe leer estos mensajes e interpretarlos adecuadamente. Yo debería saber, en el ejemplo anterior, si el cliente está dispuesto a pagar un precio más alto del que me pidió o es cierto que hasta ahí puede llegar, porque mi margen de negociación está condicionado por la veracidad o falsedad de este mensaje. La única manera de intuirlo sin preguntárselo (cosa que no voy a hacer) es mediante su lenguaje no verbal.

3º) Un buen negociador tiene una clara orientación al logro. Cualquier reto a vencer le estimula, no le desanima. Nunca acepta un NO por respuesta, sino que busca una nueva alternativa para conseguir un SI, un DEPENDE, un TAL VEZ…

4º) Tiene capacidad de empatía con el cliente. Fundamental: ser capaz a sintonizar con sus sentimientos, interpretarlos y darle respuesta.

5º) Como no, tiene que tener capacidad de resolver problemas, que es al fin y al cabo lo que se persigue con una negociación. Una negociación solamente se produce cuando hay un conflicto de intereses entre dos personas. El negociador, usando las cualidades antes mencionadas y aplicando las técnicas aprendidas, tiene que acabar solucionando el problema del cliente haciéndole creer que ha conseguido ganar el conflicto cuando realmente el que me salí con la mía fui yo (tal  y comenté en la introducción).

Concluyendo: cualquiera puede aprender a negociar, pero acabar siendo un buen o un mal negociador depende básicamente de si se tienen o no las cualidades arriba mencionadas. En fin, hoy me ha salido un post demasiado largo pero confío haya valido la pena el esfuerzo de leerlo. Muchas gracias y hasta la próxima.

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LA CONVERSACIÓN CON EL CLIENTE

La calle es la escuela de los vendedores, se dice con razón muchas veces. La mayoría de los cursos de formación recibidos de las empresas se ciñen a explicar la parte “técnica” de los productos y, si acaso, a alguna que otra técnica de ventas bastante general. Hoy voy a hablar expresamente de cuáles deberían ser las tres partes de una conversación de ventas ante el cliente, basándome en la experiencia acumulada en estos años como vendedor. Desde mi punto de vista, hay tres pasos que deberíamos dar siempre:

1) Preámbulo.- se trata de esa conversación en apariencia banal que todos entablamos en casi todas las entrevistas antes de entrar “a matar”. Suele ser una conversación espontánea que permite un primer acercamiento al diálogo. En general lo hacemos de modo automático, pero yo quiero ahora remarcar su importancia para que, cuando no surja, lo generemos nosotros ex-profeso. Dado que nuestra intención es conseguir una venta y para ello necesitamos recoger cierta información, este tipo de preámbulo predispone a los intervinientes para el diálogo y debería generar el clima de confianza necesario para el intercambio de puntos de vista. Para nosotros (los vendedores) es vital: recordemos situaciones en las que, por no tener nada de que hablar con el cliente, entramos directamente al grano. “Buenos días, soy fulanito de tal y trabajo para tal empresa; venía a exponerle el catálogo de productos que mi firma pone  a su disposición para…” ¿Qué éxito solemos tener en estas entrevistas? Prácticamente nulo. Hay demasiada “distancia” emocional entre el vendedor y el cliente. Falta “romper el hielo”. El preámbulo es una parte FUNDAMENTAL de las conversaciones con los clientes, más importante de lo que nosotros nos creemos. Deberemos llevar siempre prevista un tema inicial para hablar distendidamente, que puede ser una noticia cualquiera del día, una anécdota, o retomar algún punto hablado en conversaciones anteriores. Deberíamos controlar de todos modos la duración de esta parte, no sea que “nos coma” gran parte del tiempo total disponible y nos deje sin tiempo para hablar de lo que nos interesa.

2) Núcleo de la conversación.- es la parte en la que pretendemos alcanzar nuestro objetivo: vender. No obstante, conviene no olvidar que en muchas ocasiones hay un objetivo secundario realmente relevante: obtener información útil para la empresa o útil para la madurez de la relación con el cliente. Deberemos indagar en las necesidades del cliente, en qué atributos valora de los productos, qué razones le mueven a comprar a los competidores… todo ello con el fin de reorientar la argumentación en las siguientes entrevistas o a tomar la decisión de sacar al cliente de cartera si intuimos que no hay posibilidades potenciales de compra. Para tener éxito en esta parte concreta (el núcleo) es tremendamente útil el preámbulo antes comentado, que es lo que facilita la confianza y el subsiguiente flujo de información. No olvidemos que psicológicamente los clientes ven a los vendedores como los “enemigos”, es decir, personas que venimos a persuadirles y convencerles para que cambien sus hábitos de compra tan arraigados y los dirijan hacia nuestros productos; una manera de protegerse ante tal “intrusión” es ocultarnos toda la información posible y complicarnos así nuestra tarea. De ahí, insisto, la importancia de generar un clima de relación que “ablande” al cliente y potencie el intercambio de opiniones.

3) Resumen.- En muchos casos es interesante cerrar la visita recordando algún punto relevante hablado, para confirmar que se entendió lo que el cliente dijo y tener la seguridad de que entendimos todos los mensajes. Es una especie de resumen con los puntos críticos de la charla, que el cliente debe aseverar o matizar.

Finalizo recordando que además de estos tres pasos, todo vendedor debe dominar tres aspectos más: argumentación técnica (tanto del producto propio como de la competencia), habilidades comunicativas (saber explicar con concreción los puntos relevantes, hacerlo de modo claro y sin ambigüedades) y dominio emocional (saber dotar a la conversación de la emotividad necesaria para animar el cliente a la compra).

En conclusión: démosle mucha importancia a ese preámbulo automático que usamos para introducir las entrevistas de ventas; deberán tener un claro objetivo -crear un clima de confianza que favorezca el flujo de información- y deberemos preparar esta parte del diálogo con el mismo cuidado que el resto de la conversación. En todas las visitas a clientes se debería incluir esta parte.

Un cordial saludo

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RESOLUCIÓN ACERTIJO




La semana pasada escribí un comentario titulado "no vendemos características" en el que os proponía un ejemplo para resolver con las argumentaciones facilitadas. Hoy daré mi propuesta para ese acertijo y ahondaré en la cuestión planteada: ¿vendemos productos o utilidades?

El problema a resolver decía lo siguiente:

Supongamos que tenemos que vender un libro sobre la baba del ornitorrinco. ¿Cómo enfocamos el mensaje para tener éxito? ¿Cómo convencemos a un potencial cliente? (el contenido del libro y el argumentario podemos construirlo a nuestro gusto).

Propuesta 1.- un vendedor podría enfocar la venta del siguiente modo: "Sr., le presento este interesante libro sobre la baba del ornitorrinco escrito por el famoso científico fulanito de tal, una de las grandes eminencias en el mundo animal que nos explica en 400 páginas tal y tal y tal... El libro viene perfectamente encuadernado, con lomos de piel, tiene ilustraciones realizadas por el conocido dibujante citranito y por ser carnaval lo ponemos a su disposición con un 60% de descuento".

¿Cuántos compraríais el libro? Casi nadie, ¿verdad? Realmente el vendedor se dedicó a explicar las características de su producto cometiendo el error -muy común por otra parte- de pensar que al cliente le interesan cosas como el nombre del autor, el tipo de encuadernación, el contenido del libro, el número de páginas. Mal hecho: lo que realmente le importa al cliente son las utilidades y aunque hay veces que ellos mismos traducen características a utilidades, la mayor parte de las ocasiones tenemos que ser nosotros quienes hagamos esta tarea por él si queremos motivarle para que compre.

Propuesta 2.- (recordemos que puedo construir una argumentación a mi gusto). Voy a enfocar mi venta sensibilizando al cliente sobre el envejecimiento. Diríamos: "Sr., una de las mayores preocupaciones de la sociedad actual es el envejecimiento; no tanto la vejez en sí, sino nuestro deterioro físico a medida que pasan los años. A la gente nos preocupa no tener que usar bastón, no tener arrugas marcadas en la piel, que no se nos caiga el pelo, que no tengamos dolor en las articulaciones. Un grupo de científicos japoneses llevan años investigando los procesos de envejecimiento llegando a la conclusión de que existe un gen responsable de tal proceso. Se ha descubierto también que la baba del ornitorrinco contiene una sustancia que inhibe este gen ralentizando el envejecimiento. Precisamente en este libro se resumen todas estas investigaciones, se explica cual es el mecanismo por el cual envejecemos y se dan consejos sobre cómo usar la baba del ornitorrinco para frenar ese proceso. Tal, tal y tal...

En este segundo caso el planteamiento de venta fue diferente: hubo que buscar una necesidad o, si no existía, crearla. Hubo que sensibilizar al cliente sobre esa necesidad para finalizar aportándole la solución a ese problema. Es cierto que nada garantiza el éxito al 100% en todos los clientes, pero sí parece que usando esta segunda estrategia comercial el número de clientes que se interesen por el libro podría ser mayor que en el primer caso.

Recordemos que se trata de un artículo muy difícil de vender (un libro sobre baba del ornitorrinco). Estoy convencido que para los productos que vendeis este proceso de buscar necesidades y vender utilidades es más fácil.

Esta semana escuché una frase que viene a cuento con todo esto y que quiero compartir con vosotros: "la gente sólo te da su dinero a cambio de cosas que le resulten útiles. Y las cosas son útiles si reducen el malestar o producen placer". (Remarco que hablo de personas; las empresas compran por otros motivos: para aumentar la capacidad productiva, por ejemplo). Por lo tanto, busquemos la manera de producir placer o reducir el malestar en las personas con nuestros productos y solamente así conseguiremos que ellas nos den su dinero.

Un fuerte abrazo

¡¡ NO VENDEMOS CARACTERÍSTICAS !!


¿Quién de vosotros compra generalmente cosas que no necesita? Puntualmente nos pudo pasar a todos, pero en general nadie compra aquello que no necesita. Si esto es así... ¿por qué no lo tenemos en cuenta cuando estamos delante de un cliente? Aquí reside uno de los secretos del éxito de un vendedor: buscar la necesidad. Y si no existe, crearla.

¿Qué resulta más fácil de vender: una enciclopedia o un seguro de accidentes? Acabo de tocar dos sectores en donde los vendedores tienen serios problemas para sacar adelante los resultados. Desde mi punto de vista es más fácil vender un seguro, porque yo puedo crearle con más facilidad a un cliente la necesidad de este producto. Yo tengo que conseguir que el cliente visualice en su mente las consecuencias negativas que puede tener quedarse en silla de ruedas, por ejemplo. Si soy capaz a pintarle este panorama, estaré dando los pasos adecuados para que él entienda que necesita un seguro de accidentes.

En el caso de la enciclopedia, crear la necesidad es más difícil. Por ello resulta más complicado vender este tipo de productos.

Esta reflexión viene a cuento para explicar un error muy común en muchos vendedores: saben explicar perfectamente cómo es un taladro, por ejemplo (el número de revoluciones, la cantidad de accesorios que trae, la facilidad de manejo, el poco peso...) pero se olvidan que el cliente comprará en el momento en el que visualice para qué lo necesita. Por ejemplo, para hacer un agujero con precisión sin destrozar la pared, sea del material que sea la pared.

Muchos vendedores venden CARACTERÍSTICAS, cuando lo que realmente quiere el cliente son BENEFICIOS. Si enfocamos el mensaje hacia los beneficios que se derivan de esas características que tan bien conocemos, estaremos acercándonos al fin que perseguimos: la venta.

Finalizo con el acertijo. En un curso al que fui recientemente me plantearon lo siguiente (que ahora yo os traslado):

Supongamos que tenemos que vender un libro sobre la baba del ornitorrinco. ¿Cómo enfocamos el mensaje para tener éxito? Osea, ¿cómo convencemos a un potencial cliente? (el contenido del libro no importa, podemos amoldarlo al argumentario que vayamos a usar)

El próximo lunes propondré una manera de conseguir vender un producto tan raro.

PNL: ¿UNA MODA?


He comentado en otro post que la tarea de ventas que cualquier vendedor debería realizar delante de un cliente se puede subdividir en tres actos comunicativos diferentes:

1) Comunicación técnica: dar a conocer al cliente las características del bien o servicio que vendemos

2) Capacidad comunicativa: saber transmitir esos conocimientos de un modo preciso y ser capaces a entender e interpretar el feed-back del cliente

3) Comunicación emotiva: ser capaz de hacer los pasos anteriores con el suficiente grado de emoción para generar ilusión en nuestro interlocutor y motivar la compra.

Desde mi punto de vista, las empresas se preocupan aceptablemente bien de aportar a sus vendedores la información técnica necesaria para que puedan realizar el punto 1 sin problema. Nunca está de más recordar que los conocimientos hay que actualizarlos, y de esto debe preocuparse la empresa periódicamente y el propio vendedor por su cuenta.

Las mayores carencias vienen por los puntos 2 y 3; son muy pocas las empresas que se preocupan de dar formación a su red de ventas sobre cómo hacer una comunicación eficaz, como interpretar los mensajes del cliente (especialmente el lenguaje no verbal), como responder a estos estímulos, y cómo hacerlo de un modo eficiente dando a la comunicación el grado de ilusión suficiente para despertar en nuestro interlocutor las emociones positivas que nos interesan. Insisto, son muy pocas las empresas que lo hacen.

¿Qué herramientas existen para ello? Existe una herramienta de moda llamada PNL que tiene la suficiente base científica como para ser tomada en serio. PNL significa programación neuro-lingüística y básicamente consiste en aprender a entender como consigue nuestra mente procesar la información que nos llega (lo que escuchamos decir a un cliente, lo que inconscientemente observamos cuando habla...) y como nuestra mente interpreta todos esos estímulos para sacar conclusiones.

A modo de ejemplo: ¿por qué a veces le escuchamos decir cierta frase a un cliente y tenemos la impresión de que nos miente en lo que nos dice? Simplemente porque la comunicación no se ciñe exclusivamente a las palabras que escuchamos. Hay otro montón de signos que captan nuestros sentidos y que interpretan en función de unos preceptos que hemos ido generando y consolidando con experiencias pasadas. Cuando se produce esa desconfianza hacia las palabras de una persona es porque nuestro cerebro está detectando incoherencias entre lo que escucha y lo que ve. ¡¡ Algo le huele mal !!

Aprender a detectar esos mensajes "subliminales" y, sobre todo, aprender a manejar estas situaciones, es una de las tareas que debería aprender cualquier vendedor con afán de superarse. La PNL viene siendo la herramienta que ayuda a explicar y entender todo este proceso. Os animo a que profundiceis sobre este tema. Descubriréis todo un mundo nuevo y desconocido para muchos de nosotros.

Negociación win-win

En este artículo no voy a entrar en profundidad sobre un concepto tan extenso como el "win-win" (ganar-ganar). Lo que quiero hacer es dar una idea general de cómo plantear las negociaciones de tal modo que vendedor y cliente saquen beneficio y, en consecuencia, se establezcan relaciones duraderas, estables y rentables para ambas partes.