Malditos pupitres

En mi anterior post describí el entorno actual como complejo, dinámico, impredecible, desconcertante..., (siga agregando aquí más adjetivos). Y lo que debemos asumir es que eso va a seguir siendo así de por vida, sobre todo teniendo en cuenta que vivimos en una era tecnológica y del conocimiento en donde la aparición de nuevos productos y servicios seguirá a un ritmo vertiginoso y ello impactará sobre las empresas ya instaladas, para quienes no habrá momento de tregua. Pero las personas tampoco están exentas de problemas: sus puestos de trabajo sufrirán modificaciones y en muchos casos, desaparecerán para dejar lugar a nuevas profesiones. Es por ello que debemos prepararnos para asumir retos nuevos y constantes, y para hacer frente a un entorno que nos sobrepasa. Una de las claves para entender la situación y acomodarse a ella es hacerlo en colectividad, de modo cooperativo con otras empresa o personas, pero ello nos obliga a reeducar ese comportamiento individualista y competitivo que llevamos inculcado desde la infancia.

Me sorprendió gratamente un artículo leído esta semana relacionado con la educación, en donde se decía que uno de los grandes errores que cometemos con los niños a la hora de educarlos es sentarlos en un pupitre. Desde ese mismo instante les estamos lanzando el mensaje de que ese es su "territorio" y para ellos ya quedan establecidos los límites entre lo suyo y lo de los demás. El pupitre es su posesión, les pertenece y nadie puede entrar en él so pena de llevarse un bofetón. Perdón por la exageración pero quédense con el trasfondo del asunto: nos educan en la individualidad y la competición. A cada uno se le asigna "lo suyo" y a partir de ahí todo gira en torno a ello: todas las mañana cada uno se sienta en "su sitio" y lo de los demás pasa a un segundo plano. Crecer con esos principios individualistas en la mente condiciona la actitud que tomemos en el futuro, especialmente cuando uno tiene que salir al mundo y buscarse las "habichuelas". Las personas son reticentes a cooperar y, si lo hacen es con la premisa de ver cómo esa cooperación nos hace ganar a nosotros aunque los otros pierdan. Lo individual no trasciende a lo grupal y el principio por el que se rige nuestras vidas es el afán de proteger lo nuestro.

Pues bien; a esta conclusión han llegado personas más doctas que yo que ya han comenzado a realizar algunos cambios en los modelos educativos. Si usted entra en una escuela de Finlandia o Noruega descubrirá que las aulas no tienen sillas ni mesas como las conocemos aquí, que son espacios diáfanos en donde los alumnos se mueven con total libertad sin que nadie tenga "lo suyo" y donde todos comparten todo. La gente interacciona y se relaciona de un modo más natural y abierto que el que tenemos aquí (¿qué tipo de interacción hay en un pupitre que no sea con la persona que tienes al lado?), inculcando así un modo de entender la vida mucho más global, colaborativo y dinámico. Las autoridades educativas que promovieron el cambio están convencidas que este modo de hacer las cosas tendrá sus beneficios en el futuro, cuando esas personas deban valerse por sí mismas para ganarse la vida. Y no parece que se vayan a equivocar; aquel entorno que mencioné más arriba debe abordarse desde la cooperación, porque es casi imposible que una persona, desde la individualidad, sea capaz a entender lo que pasa y tomar decisiones acertadas en el tiempo que se precisa.

En fin; me apetecía compartir con ustedes esta reflexión y espero les resulte tan interesante como me resultó a mí. Reciban un cordial saludo.

JJ

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