La introducción al artículo de hoy podéis verla en las diapositivas que se adjuntan, que quedarán permanentemente visibles en el lateral de este blog. Mi objetivo ahora es dar respuesta a las preguntas finales que a continuación os transcribo:
- ¿Por qué, ante las situaciones complicadas, reaccionamos usando nuestros instintos más primarios? (instinto de supervivencia = atacar, huir, quedarse paralizados)
- ¿Hasta qué punto estamos educando a las personas para que aprendan a adaptarse a las circunstancias en lugar de reaccionar contra ellas?
- Al sobreproteger a nuestros hijos, ¿no estaremos inhibiendo su capacidad para dar respuesta a sus problemas futuros?
Si tuviéramos conocimiento científico al respecto, el saber acumulado sería la herramienta principal para hacer frente a momentos tan críticos como el actual; pero dado que lo excepcional de la situación no nos permite encontrar ejemplos similares en el pasado que sirvan de base para orientar nuestra acción, ¡¡debemos improvisar respuestas!! En consecuencia, podemos afirmar que ante coyunturas tan complejas, lo más importante para resolverlas eficazmente es la ACTITUD que tomemos como individuos, que tendrá su traducción a nivel agregado moviendo a la sociedad en un sentido y otro según el grado de acierto que tengamos.
La improvisación tiene mucho de intuición, de instintos básicos. Según la teoría del doctor Mario Alonso Puig sobre la que me basaré, los seres vivos contamos con dos instintos diferentes: el de supervivencia y el de adaptación. Uno es más primario e innato (el de supervivencia) y se manifiesta de tres modos: ataque frente al "enemigo", huída, o parálisis absoluta por miedo. El otro es más evolucionado (el de adaptación) y cuenta con un alto componente de aprendizaje que nos permite saber cómo analizar el nuevo contexto, cómo valorarlo, cómo buscar alternativas y cómo elegir aquella que mejor nos ayude a adaptarnos a las nuevas circunstancias.
Decía que, frente a la carencia de información científica para saber abordar un problema, lo más importante es la actitud que adoptemos frente a él. Y salvo contadas y honrosas excepciones, podemos decir que la sociedad española está respondiendo a la crisis con su instinto más básico: el de supervivencia. O "ataca" (busca culpables por cualquier lado), o huye (el caso más extremo es el de gente que se suicida acorralada por una situación que le desborda) o se quedan paralizados por el miedo a la incertidumbre, mirando absortos cómo día tras día aparecen nuevos escándalos ante los que ya estamos inmunizados emocionalmente (nos entran por un oído y nos salen por otro).
Y la pregunta del millón es: ¿qué razones explican que, ante las dos posibles alternativas, aflore el instinto de supervivencia y no el de adaptación? ¿Podría ser que no estemos "entrenados" para el uso del segundo? Ahondando un poco más... ¿podría ser que la sobreprotección del sistema inhiba la capacidad de las personas para dar respuesta a los problemas?
Cuando hablo de sobreprotección "del sistema" me refiero en toda su amplitud. Como país, haber generado un sistema que desincentiva la iniciativa y reconduce los recursos hacia las clases pasivas (vía subvenciones y ayudas económicas de todo tipo), y como ciudadanos, preocupándonos en exceso por el bienestar de nuestros hijos hasta tal punto de "darles todo hecho" y no hacerles partícipes de la toma de decisiones, implicándolos proactivamente en la misma.
Es una cuestión muy compleja de responder, soy consciente. Y aunque concluyamos que las cosas las estamos haciendo mal, seguirá siendo complicado encontrar el punto de equilibrio entre dar la protección que se precisa pero sin caer en el error de inhibir la propia capacidad de reacción del individuo hacia los problemas.
Mi impresión es que estamos más cerca del primer punto que del segundo, es decir, que pecamos de un exceso de sobreprotección que ahora nos está pasando factura. Ahora, que se requiere que los individuos tomen acción y busquen soluciones a sus problemas individuales a sabiendas que una sociedad es la suma de lo que hagan todos y cada uno de sus integrantes, ahora es cuando la gente está "paralizada" sin saber qué hacer. No sabemos "adaptarnos". Seguimos confiando en que sean los demás (los políticos, los dirigentes de todo tipo, públicos y privados) los que tomen las decisiones que nos saquen a flote, obviando que nosotros mismos somos los únicos responsables de las decisiones que nos afectan a nuestro día a día. ¡¡Nadie va a tomarlas por nosotros!! (ni sería bueno que lo hicieran).
En fin; no me extiendo más por no hacer un artículo denso de leer. Les animo a que hagan sus aportaciones, que usaré para seguir tirando del hilo de este serial tan interesante.
Les deseo una feliz jornada de trabajo y les mando un cordial saludo
Excelente trabajo Juan.
ResponderEliminarLa actitud es importante, que duda cabe, lo fué siempre y más en momentos como los actuales.
Que somos los únicos responsables de tomar nuestras propias decisiones, es cierto y recomendable, sin embargo necesitamos soluciones, y aquí uno se puede ver mermado en sus facultades como ciudadano de a pie.
A veces siento que a España, como a otros tantos países, nos han encerrado en la cárcel, y además algunos personajes que no sé si pasarán a la historia o no, nos quieren condenar a cadena perpetua.
Confiemos en que llegue algún indulto pronto, la paciencia tiene un límite.
Un fuerte abrazo.
paco puente
Gracias por tu comentario, Paco.
ResponderEliminarMañana ahondaré un poco más en la cuestión con una "matriz de la confianza" que seguro resultará muy clasificadora. La única matización a tus palabras es cuando dices que "necesitamos soluciones", porque ahí es cuando uno se pregunta ¿quién debe ponerlas? Los Gobiernos pueden tomar las suyas que siempre afectarán a nivel global, pero cada persona tiene sus singularidades y es muy difícil que las propuestas generales del Estado solucionen todas las particularidades que se den.
Es aquí en donde hay que poner la parte individual, ese instinto de adaptación que propone Mario Aonso. Cada uno debe buscar las suyas en la medida de las posibilidades. Y si no las encuentra por sí mismo (por sus capacidades, formación, habilidades...) debe abrirse hacia afuera buscando la manera de suplir sus carencias (networking, cooperación, formación). Sea como sea, las personas -por suerte- tienen esa capacidad de respuesta todavía en sus manos. Quizá en otros regímenes sí sean los Estados los que deciden por uno. Pero aquí tenemos libertad para hacer muchas cosas, y debemos aprovechar esa libertad en toda su extensión.
Un fuerte abrazo y gracias por leerme.
JJ