Los que siguen mis andanzas cotidianas sabrán que de un tiempo a esta parte dedico mi día a día a ayudar a emprendedores a convertir sus ideas en negocios rentables. En esta primera fase de "lanzamiento", lo que más me llama la atención es la autocensura que cada uno aplica a sus propias ideas y lo difícil que es lograr que salga a relucir todo lo que uno lleva dentro. Se trata de un problema realmente grave que deja enterradas multitud de propuestas que, quizá, tendrían mucho interés y cabida en el nuevo proyecto. Profundizaré sobre esta cuestión.
Quizá se trate de un estigma que arrastramos desde pequeños, pero lo cierto es que nuestro miedo al ridículo llega a tal extremo que buena parte de las cosas que se nos pasan por la cabeza nunca salen a relucir porque nosotros mismos las etiquetamos de absurdas. "¿Cómo voy a contar esto?" "menuda chorrada se me acaba de ocurrir", "esto es una gilipollez"... son frases que nosotros mismos usamos para desechar muchas de las ideas que se nos vienen a la mente. Pero... ¿usted se paró a pensar alguna vez cuántos buenos productos nacieron de las ideas más simples y tontas? Menos mal que su promotor no hizo el mismo razonamiento que nosotros, porque de haberlo hecho, muchos de los productos que conocemos y usamos con total naturalidad nunca hubieran existido.
Cuando estamos en fase de construcción de un proyecto empresarial es importantísimo compartir todo lo que se nos ocurra, por muy idiota que pueda parecer. El objetivo es trabajar con la mayor cantidad de ideas posibles, y si son 50 mucho mejor que hacerlo sobre 20 y tener las 30 restantes "enterradas" en el baúl de lo absurdo. A veces sucede que esa idea que a nosotros nos parece ridícula y que, por ello, no nos atrevíamos a compartir, se convierte en la chispa que despierta en nuestro socio una idea que antes no se le había ocurrido. Lo importante no es si la idea es buena o no, sino si esa idea enlaza con cualquier otra que otras personas puedan tener hasta construir, hiladas, un todo más consistente.
La manera que yo propongo para trabajar es muy lógica: primero hacemos aflorar todo lo que se nos ocurra (y cuando digo todo, digo TODO) y posteriormente, en una segunda fase, ya habrá oportunidad de desechar lo que no sirva para nada o sea absurdo. Con cuántas más ideas trabajemos, más probabilidades habrá de presentar un proyecto innovador. O acaso... ¿se puede generar un negocio diferenciado autocensurando buena parte de las ideas que teníamos?
Concluyo; les sugiero que hagan el esfuerzo de no "abortar" ninguna de las cosas que se le pasen por la cabeza. Compártanlas con quienes sean sus socios y sopesen su utilidad para alguna cosa. Si al final no le encuentran encaje, entonces sí será el momento de desecharlas. Pero no antes. Y, por supuesto, inviten y animen a sus socios para que actúen de este mismo modo. De ello se beneficiarán todos, no lo duden.
Un cordial saludo
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