La semana pasada tuve la oportunidad de escuchar una ponencia de Jose Luis Orihuela dentro del @compostweets en la que dijo una frase que considero muy acertada: "el problema de mucha gente no reside en la dificultad de asumir nuevos conceptos, sino en sacar de su mente los antiguos". En el mundo de los negocios esta premisa es tremendamente cierta y condiciona muchísimo la adaptación que hoy se precisa para integrarse en un entorno tan dinámico y radicalmente diferente al de anteayer. Hablaré un poco sobre esto.
Soy de los que creo que el mundo actual está lleno de oportunidades de negocio. Antaño, los emprendedores estaban mucho más encorsetados a la hora de plantearse hacer cosas: se ceñían al espacio geográfico en el que se ubicaban sus potenciales clientes, realizar campañas de divulgación era costoso y el retorno de la inversión no se percibía, había una gran dependencia de la tecnología para poder ser competitivos, las fuentes de financiación eran las tradicionales y poco más había por fuera, etc. Las nuevas tecnologías de la comunicación y la integración de mercados globales con menos barreras "burocráticas" produjeron un cambio radical en el contexto y potenciaron la posibilidad de hacer negocios. A día de hoy, podríamos decir que hay oportunidades detrás de cada esquina; solo hay que saber mirar con la mente abierta y una buena dosis de "niño preguntón": ¿qué es esto que veo? ¿puede haber negocio detrás? ¿puedo plantear algo diferente partiendo de aquí?.
Ahora bien, del mismo modo que hay infinidad de oportunidades de negocio en cualquier lugar, también hay que saber que tan pronto como aparecen, se desvanecen. Muchos de los negocios nacen con fecha de caducidad, como los yogures. Tienen un corto periodo de vigencia, que en muchos casos no supera los cinco años. Y esto también debe cambiar el modo de plantear y gestionar una empresa, obligando a desechar muchos de los paradigmas que funcionaron en el pasado y mudando el pensamiento por modos de actuación más dinámicos y resolutivos. Veamos algunos ejemplos:
- Olvidemos la idea de construir "una empresa para toda la vida". Creemos el proyecto, pongámoslo en marcha, disfrutemos de él... pero tan pronto como llegue a su madurez, pensemos en reemplazarlo por otro con más oportunidad de desarrollo. Los tiempos cambian muy rápido y arrastran a los negocios consigo; aquellos que no sepan adaptarse se quedarán obsoletos y morirán tempranamente. En definitiva: si no somos capaces de mantener el ritmo de innovación que nos requiere el entorno, no nos empeñemos contra la lógica y la razón en mantener la empresa en pie por cuestiones sentimentales ("es que la creé yo y le tengo mucho cariño"). Busquemos una nueva oportunidad de esas muchas que existen y comencemos de nuevo.
- No queramos tener la empresa "con todos los extras"; esto está bien para los coches, pero no para los negocios. Las empresas de hoy en día debe ser livianas, con poco lastre. De las áreas que no formen el corazón del negocio hay que externalizar todo lo que sea posible. Y junto con esto, hay que buscar la manera de no hacer grandes inversiones en inmovilizado que retrasen alcanzar el punto muerto. Sustituya la compra de maquinaria e inmuebles por el renting de elementos, sobre todo porque si alargamos mucho el plazo en el que cubrir los costes iniciales y comenzar a generar beneficios nos podemos encontrar con que el entorno sufra cambios radicales y el negocio se quede sin recorrido, aún antes de entrar en ganancias. Las empresas livianas pueden aplicar cambios con mucha más facilidad y juegan con la ventaja de la adaptabilidad a las contingencias venideras.
Podrían aportarse más ejemplos de cambios de gestión que debemos interiorizar e implementar, pero creo que estos dos sirven para justificar mi primera reflexión: el problema no está en asumir que las cosas deben hacerse de modo diferente, sino en saber desechar los preceptos que llevamos "clavados" en la mente y que tanto nos cuesta arrancar. Ahora está de moda el término "desaprender" que es más o menos lo que yo les estoy contando. Pues siguiendo con él, ¡¡qué complicado es desaprender!! Mucho más que aprender.
Que tengan un buen fin de semana !!!!!!!
los adultos tenemos tanta capacidad de aprendizaje como un niño, el tema es que tenemos tanto bagaje, al que tenemos que integrar lo nuevo, que nos resulta mucho esfuerzo y dolor por la pérdida de lo que nos costó tanto aprender. Me gustó la reflexión porque apunta a los beneficios de este cambio, que tanto cuesta. Es un pasito pequeño, darse cuenta de que uno mismo esta bloqueándose oportunidades, pero como escuche hace poco "un camino de mil millas, comienza con un paso". gracias por tus post.
ResponderEliminarGracias por tu comentario, Candeluchi. Las experiencias del pasado son como el cemento: una vez que se seca y se forja, es complicadísimo de romper. Nuestras cabezas están llenas de "cemento" y eso nos impide implementar muchas cosas que son imprescindibles para vivir en los tiempos actuales, bien diferentes a los del pasado. Pero como bien dices, las cosas empiezan por pequeños cambios. Y el primero, sin ningún lugar a dudas, es tomar conciencia que por aquí tenemos que empezar, por tratar de que las experiencias del pasado no nos supongan un lastre a la hora de implementar nuevas acciones.
ResponderEliminarReitero mi agradecimiento por tu participación y por leer mis artículos. Un cordial saludo
Juan josé