Hace tiempo escribí un artículo hablando de la importancia de saber a quién ponemos a atender al público, no sea que un buen negocio esté siendo conducido hacia un abismo por culpa de un empleado cuya conducta acabe “echando” a los clientes. Hoy quiero hablar de una cuestión un tanto parecida que podría resumirse en la siguiente pregunta: ¿a cuánto “cotiza” la sonrisa en los procesos de selección?
Hace poco tuve oportunidad de implicarme en un grupo de trabajo en el que me sentí muy bien acogido y donde el trabajo era un verdadero placer. Aquí se suele quedar la conclusión general y pocas veces entramos a indagar qué razones subyacen detrás de estos entornos tan “amigables” y, en consecuencia, productivos. En muchos casos la explicación es muy simple: una o varias de esas personas tienen una de esas contagiosas sonrisas (no fingida) que irradian felicidad y hacen sentirse muy bien a quienes están a su lado. ¿Verdad que se le viene a la mente algún conocido suyo que cumple esta característica? A partir de aquí se produce una cadena de “buen estado de ánimo y buenas relaciones” que generan un entorno tremendamente grato para el desempeño.
¿Qué no lo entienden? Pongamos el ejemplo contrario: imaginemos una pequeña oficina de 10-12 personas en la que tres de ellos, por ejemplo, trabajan todos los días “con cara de perro” (perdón por la comparación; muchos perros no se merecen esto). Personas con las que no es grato compartir conversación porque siempre están malhumorados y cabreados con la vida. Decía hoy mi amigo Ronald C. Stern: “¿Por qué enfadarse con la vida? Ella ya estaba ahí antes de que llegáramos nosotros”. Pues sí, hay gente que no sólo se pasa el día entero cabreado; encima irradian ese “mal rollo” a todos los que comparten espacio con ellos. Y la cuestión no es baladí: cuando en un mismo entorno el ambiente no es bueno, al final el trabajo se convierte en un suplicio… ¡¡para todos!!
Es por ello que hoy me apetece llamar la atención de los seleccionadores de personal sobre esta cuestión a la que no se le da ninguna importancia. En los procesos se buscan otras habilidades y competencias, y rara vez se cae en la cuenta que las relaciones interpersonales tienen una repercusión determinante en el buen funcionamiento de un departamento concreto, y que estas relaciones mejoran ostensiblemente si damos cabida a personas con “sonrisas contagiosas”.
No estoy proponiendo “sonrisa” en vez de…; esto proponiendo “sonrisa” a mayores de…; tal y como comenté más arriba, cuando la gente te recibe y te trata con una franca sonrisa, es imposible devolverle un gesto hostil. Si encadenamos sonrisa con sonrisa, al final lo que conseguimos es crear entornos relajados en los que no “pesa” el tiempo y los que el trabajo se convierte en una tarea gratificante. ¡¡Los compañeros, con su actitud positiva y optimista, son el mejor entorno de trabajo posible!!
Si tiene oportunidad de toparse en alguna entrevista con personas que atesoran este don de la naturaleza (una sonrisa franca y contagiosa), valore hasta qué punto esta cualidad física puede llegar a ser un aliciente para generar buen ambiente en un departamento y aumentar así el nivel de satisfacción de sus integrantes, con el consiguiente aumento de productividad. Es un experimento que le invito a hacer.
Quiero finalizar con un video encontrado en la red que se relaciona totalmente con el título del artículo y con el que pretendo arrancarles algunas sonrisas (o incluso, risas). ¡¡Qué lo disfruten!!
Un fuerte abrazo
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Hola Joanillo,
ResponderEliminarComo ya te he comentado alguna vez durante un tiempo trabajé en un departamento de atención al cliente. Algo muy importante que aprendí es que cuando hablas por teléfono también debes sonreír. Porque se nota. Y el cliente que nota que quien está al otro lado tiene una sonrisa lo valora muy positivamente.
Un saludo
Estoy totalmente de acuerdo, Cristina, y te agradezco que hayas corroborado mi impresión con un ejemplo real.
ResponderEliminar"La sonrisa es la distancia más corta entre dos personas". ¡¡Aprovechémosla!!
Un abrazo, fiel seguidora.