FORMACIÓN: NO ES ORO TODO LO QUE RELUCE

Les anticipo que mi intención NO es hablar de política, a pesar de que la fuente de inspiración para este comentario fue la ¿sorprendente? frase de nuestro presidente en Oslo y su descubrimiento de la importancia que la formación tiene en el progreso de un país. En un primer momento hablaré en términos macroeconómicos y posteriormente trasladaré mi reflexión al interior de la empresa.

Es una evidencia que aquellos países que invierten en la formación de sus ciudadanos, a todos los niveles, alcanzan un mayor grado de prosperidad y bienestar que aquellos otros en los que la educación es una cuestión de índole menor. Pero, por llevarle un poco la contraria al presidente, diré que NO es cierto que la formación “per sé” contribuya al progreso de un país. Tan importante –o más- que la propia adquisición de conocimientos es la aplicación de los mismos. Y mi duda es… ¿tenemos el tejido industrial que necesitan los buenos profesionales para aplicar su talento? Estoy seguro que todos conocemos casos de personas muy bien formadas que tuvieron que acabar trabajando en el extranjero porque en este país no había cabida para “tanto conocimiento”. En el ámbito de la medicina hay miles de ejemplos, en la investigación otros tantos, incluso en la dirección de empresa. Prácticamente en todas las disciplinas.

No quiero que se deduzca de mi disertación que no creo en la formación. Todo lo contrario; soy un firme defensor de la misma, tanto por las oportunidades de desarrollo profesional que puede aportar como por el placer espiritual que supone adquirir conocimientos para provecho propio. Lo que quiero decir es que, en el desarrollo de un país, la formación es solo una de las patas del banco. La otra sigue siendo tener unas empresas en consonancia con el nivel educativo en las cuales puedan encajar todos esos brillantes estudiantes que año tras año acaban su carrera o su máster.

Pasando a un plano micro, me hago la misma pregunta sobre las empresas. De todos es sabido que existe un gran empeño por parte de los directivos en captar a los mejores profesionales del mundo para sus compañías. La cuestión es… ¿están preparadas las organizaciones para saber explotar todo el talento que subyace en el interior de esos “fichajes”? A tenor de lo que se ve, parece que existe una discordancia entre los requerimientos formativos y las posibilidades de aplicación del conocimiento, lo cual sólo conduce a la decepción del nuevo empleado, a su frustración y a sus problemas de integración y alineación con los objetivos empresariales. Al final, ese empleado desmotivado y subestimado acaba siendo un lastre para la compañía.

En conclusión, tanto a nivel micro como a nivel macro, es una excelente medida tomar conciencia de la importancia de la formación y fomentarla hasta donde sea posible. Otros países ya lo hacen desde hace mucho tiempo y están recogiendo su fruto. Ahora bien, la formación sin más es sólo la mitad del camino. La otra mitad consiste en desarrollar entornos que permitan el afloramiento y la implementación de todo ese conocimiento. Siento tener que decirlo, pero soy pesimista en cuanto a este segundo tramo: queda muchísimo por hacer y todavía no se tomó conciencia de ello.

Un abrazo

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1 comentario:

  1. Hola Joanillo,

    En este tema hay tantas cosas...., pero me quedo con tu frase de: ‘¿están preparadas las organizaciones para saber explotar todo el talento que subyace en el interior de esos “fichajes”?’, todos estamos pendiente del mimo y cariño hacia el talento individual y la gestión del talento individual, pero ¿porqué no gestionar el talento 'colectivo'?, ¿porqué no generar conocimiento ‘colectivo’?

    Un abrazo,
    Marga Moya.

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