Ese cambio tan cambiante


Una de las frases más cansinas que escuché a largo de mi trayectoria profesional era aquella que decía que “hay que adaptarse al cambio”. Por repetitiva, uno queda inmunizado ante ella hasta que llega un momento en el que ya no le afecta y se pregunta: “¿de qué cambio me hablas? ¿El mismo que ya me constaste el trimestre pasado? Ufff, que cantinela más soporífera”

Hoy voy a dar otras dos visiones diferentes de este fenómeno que algunos llaman "adaptarse a las turbulencias del mercado"


  • La primera.- ¿por qué no generamos nosotros el cambio en lugar de adaptarnos a él? Esa aparente buena intención de adaptarse a las circunstancias queda en entredicho si observamos que se trata de una actitud “pasiva”: primero el cambio, luego nosotros. No estaría de más darle la vuelta a la tortilla y ser nosotros, como directivos y personas con responsabilidad, quienes nos estrujemos el coco tratando de “mover” nuestra posición, de jugar nuestras cartas. La idea sería: ¡¡no nos adaptemos al cambio, seamos los promotores de él!!

¿Qué tal la idea? ¿Qué pequeñas cosas puedes hacer tú desde tu posición que generen una transformación en el día a día de tu empresa? ¿Por qué no las hacemos y esperamos pasivamente que otros marquen el camino?

  • La segunda.- las empresas no pueden moverse al ritmo del cambio. Si lo hicieran trazarían caminos erráticos y a veces el éxito se logra con la perseverancia y la claridad de objetivos. Los cambios nos afectan, qué duda cabe, pero no por ello hay que estar modificando las estrategias cada 10 minutos. Es como mirar al cielo lleno de nubes: sabemos que algunas descargarán un chaparrón y debemos tener previsto un paraguas (localizado y dispuesto para ser usado), pero también sabemos que algunas de ellas pasarán por encima y no descargarán lluvia. Una empresa que intente escapar de la nubes tiene que estar constantemente en movimiento, ora para aquí, ora para allá. Es un esfuerzo absurdo, máxime cuando sabemos que no todas las nubes descargarán agua. De tanto movimiento, de tanto vaivén, lo más probable que suceda es que la empresa pierda su sitio en el mercado, no sepa donde está ni a donde se dirige. Pierde su “esencia”, su personalidad y su razón de ser. Está a todo y a nada al mismo tiempo. Esa obsesión por adaptarse al cambio no le conduce a ningún sitio. Respiremos, tomemos aire y valoremos cuántos de los cambios previsibles que se avecinan nos afectarán realmente. Integremos los cambios paulatinamente, progresivamente, sin grandes revoluciones. "Paz y amor", que decían los hippies.

De estas dos opciones de gestión del cambio, yo me quedo con la primera. En nuestro día a día tenemos muchas oportunidades de implementar pequeños cambios que al final supongan una revolución en nuestro management. Si por lo contrario, nos convertimos en los seguidores del cambio, de las modas, seremos los perdedores. Pensad que nunca un seguidor será un ganador. Vencedor solo puede ser el que realmente está a la vanguardia de los demás y esto parece que muchas empresas no lo entienden. Adaptarse al cambio es dejar que otros lo promuevan y que nosotros lo secundemos, que pisemos el camino marcado. Así nunca se llega el primero.

Un cordial saludo

No hay comentarios:

Publicar un comentario