“Si algo funciona, ¡¡no lo toques!!” ¿Quién no ha oído alguna vez esta frase? ¿Y quién no la aplica? Aunque solo sea por miedo a fastidiarla, generalmente todos dejamos que las cosas que funcionan sigan haciéndolo. Los empresarios también: si la empresa navega viento en popa, los resultados cuadran, no se atisban nubarrones… ¿para qué andar tocando nada?
Lo que pasa es que una cosa es “tocar” y otra bien diferente “pensar”. Eso lo aprendimos en el cole y no se nos olvidó a pesar de los años. Bueno, algunos sí lo olvidaron. Veamos por qué lo digo.
Aunque las cosas vayan bien y convenga no andar tocando nada, todo puede cambiar de un día para otro. En el cementerio “empresarial” hay muchas tumbas que rezan… ¡¡murió de éxito!! ¿Qué fue lo que les pasó realmente? Que la música les pilló con el pie cambiado por no tener pensado una alternativa para cuando tocaran otra sonata. ¡¡Pensar!! Aunque no toquemos nada, sí debemos pensar en algo.
Hay muchas empresas que funcionan bien hasta que un cambio en una Ley echa por tierra de la noche al día todo el negocio. Otras viven tranquilas hasta que una innovación en el mercado las deja obsoletas en un plis-plas. Otras jamás pensaron que las crisis eran lo que son, y no se prepararon para abordarlas. ¿Sigo?
Existe una cosa llamada “plan de contingencia” que se estudia en las universidades y en las Escuelas de Negocios. Los planes de contingencia deben estar pensados ¡¡antes!! de la contingencia. Si no no se llamarían así, ¿no creen? Hay muchos directivos que desconocen lo que son estos planes porque nunca trazaron ninguno: viven al día. Otros creen que nunca llegarán a necesitarlos: ¿para qué gastar el tiempo diseñándolos, entonces?
Los empresarios deben estar siempre alerta, con el periscopio oteando el horizonte. Que el barco navegue con viento favorable no significa que eso vaya a ser siempre así. Aunque parezca mentira, el éxito también tiene su cara negativa: genera confianza (falsa confianza) y prepotencia. Nos induce a pensar que todo está bajo control y que nunca nadie nos ganará un pulso.
“¿A mí?” “Pero si mi empresa va como la seda”; “sé de qué va este negocio” Si eres de los que pronuncia estas frases cuando hablas de negocios, mi sugerencia es que vayas tallando el epitafio de la lápida: “Murió de éxito” Ya sólo falta saber cuánto tiempo tardarás en ponerla.
Reciba un cordial saludo, apreciado lector.
[Disponible libro recopilatorio con los artículos más leídos de este blog]
Hola Joanillo,
ResponderEliminarEs una reflexión muy humana, si hasta ahora hemos tenido éxito en nuestro trabajo, seamos directivos, gerentes, propietarios...podemos llegar a pensar de forma más o menos interiorizada que el éxito radica en nosotros mismos y nuestra visión, eso es malo desde mi punto de vista porque es una barrera al cambio y la mejora continua que la mayoría de las veces es imprescidible.
Un abrazo,
Muy buena tu reflexión, Marga. Me gusta.
ResponderEliminarUn abrazo