Liderazgo deportivo versus liderazgo empresarial

Cansado de leer constantemente ejemplos de líderes de equipos deportivos (léase Guardiola, Del Bosque, el tío de Nadal…) y de ver cómo se sugiere que esas exitosas pautas de comportamiento deben ser el patrón de conducta en la gestión de equipos corporativos, hoy quiero hacer un comentario un tanto crítico en el que plantearé mis dudas sobre conveniencia de extrapolar esos ejemplos desde el deporte a otros contextos tan diferentes como es el caso de las empresas.


En primer lugar cabe preguntarse: ¿cuáles son las tareas fundamentales que líder debe acometer cuando gestiona a los miembros de su equipo? Desde mi punto de vista, son tres:
  1. Coordinación.- dado que todo equipo persigue una meta concreta, un líder debe coordinar a los integrantes para que superen las dificultades existentes y alcancen el objetivo fijado.
  2. Armonía.- un líder debe resolver eficazmente los conflictos que surjan entre sus miembros, generando un clima de concordia que favorezca el entendimiento y la cooperación.
  3. Diseño de estrategias competitivas.- cuando los recursos por los que se compite son limitados (por ejemplo, cuando estamos hablando de captar el dinero de los consumidores de un determinado producto), el líder debe diseñar e implementar estrategias que permitan lograr los mejores resultados posibles frente a otros equipos rivales que compitan por captar los mismos recursos.
Empecemos a comparar ahora el desempeño de esas tres tareas, tanto por parte de un líder “deportivo” como por parte de un líder “empresarial”.

Un líder de una empresa debe repartir su tiempo entre esas tres tareas sin demasiada diferencia entre ellas; aunque sea un ejemplo irreal, diremos que debe dedicar un 33% de su tiempo a coordinar, 33% a resolver conflictos, 33% a diseñar estrategias frente a los rivales. Pudiera ser que en el equipo reinara una buena armonía y que el segundo punto perdiera fuerza, pero para no complicarlo mucho, diré que en mayor o menor medida esta labor sí existe en las empresas y tiene bastante importancia saber hacerla bien.

Un líder deportivo, sin embargo, pone muchísimo más énfasis en la tercera cuestión (diseño de estrategias ganadoras), porque las otras dos le vienen un poco “rodadas” y no requieren tanta implicación ni gestión. ¿Por qué digo esto? Porque los equipos deportivos están constituidos por personas bastante más homogéneas que las que existen en las empresas: tienen un perfil “técnico” similar, unas edades muy cercanas, conocen perfectamente cuál es su desempeño (su posición de juego dentro del equipo: portero, lateral, delantero…), la tarea que deben ejecutar, saben el objetivo que persiguen, se sienten alineados con él, etc. etc. etc. Esto facilita mucho la coordinación y no requiere tanta dedicación: cada uno sabe lo que tiene que hacer, y lo hace. En las empresas, por contra, mezclamos hombres con mujeres, a licenciados con personas sin estudios, a veteranos con novatos, a personas próximas a la jubilación con otros recién incorporados, a personas pro-sindicatos con otras más “neutras”, etc. Cada una tiene sus singularidades, sus motivaciones, sus inquietudes y sus prejuicios. ¿Es lo mismo coordinar en la diversidad que en la homogeneidad? Desde luego que no. Gestionar equipos de personas dispares es sumamente más complejo.

Pasemos al segundo punto, la resolución de conflictos. Fruto de la heterogeneidad en las empresas antes comentada, la probabilidad de que afloren conflictos es mucho más alta en las corporaciones que en los equipos deportivos. Y no solo eso: la complejidad de resolución es infinitamente mayor. Dicho de otro modo: hay muchos más conflictos y son más complicados de resolver. ¿Puede un líder deportivo, habituado a gestionar en más armonía, enfrentar esta nueva situación con las mismas técnicas que usa con sus jugadores?

Y en el tercer punto es donde sí encuentro más similitud y en donde quizá sí podríamos extrapolar los modos de comportarse; tanto en los equipos deportivos como en las empresas hay que diseñar estrategias ganadoras y llevarlas a la práctica, gestionando a los integrantes para que alcancen la meta fijada.

En definitiva; tengo la impresión de que el perfil y las inquietudes de las personas de un equipo de fútbol (por ejemplo) son bastante más homogéneas que las que nos podemos encontrar en las empresas. Esto facilita mucho la gestión interna y libera a su líder de ciertas cargas de trabajo, pudiendo así enfocarse a pensar en una sola de las tareas ya mencionadas (tómese lo de “una sola” de modo aproximado, no literal): vencer a los rivales. En las empresas la cosa es bastante más compleja, sobre todo si además le añadimos la “factura” de tener que  gestionar a personas que no fueron directamente contratadas por el líder y que, en consecuencia, responden a los criterios de selección de otros directivos anteriores en cuanto a competencias preferidas, actitudes, edad, etc.

Y finalizo con una pregunta para la reflexión; ante esta tesitura, ¿siguen pensando que Guardiola sería un buen líder para un equipo de personas en “Almacenes Árias”? (por citar una marca desaparecida para que nadie se sienta ofendido)

Reciban un cordial saludo
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