Permítanme que vuelva a citar un párrafo del libro “El líder sin cargo” de Robin Sharma, sobre el que quiero hacer mi disertación de hoy:
Me apetece hablar de una de esas “pequeñas disciplinas cotidianas” que pueden ayudar a un directivo a conseguir un buen ambiente de trabajo: responder a los e-mails. Simple, ¿no?
Imaginémonos que usted y yo nos encontramos por la calle y usted entabla un diálogo conmigo. Yo le escucho pero ni me inmuto, no digo ni una sola palabra. ¿Cómo se sentiría? Ofendido, seguramente. Pues para mí la comunicación escrita es exactamente igual que la verbal, solo cambia en canal que usamos. ¡¡Nada más!!
Enviar un e-mail a una persona y no recibir respuesta es como hablar con una pared. Eso se llama monólogo y no conversación. En las empresas se producen muchos monólogos, ¡¡demasiados!! No responder a una persona con la que estamos hablando nos suele resultar violento pero cuando nos metemos en un despacho ya tenemos la excusa perfecta para no contestar: nuestro interlocutor ya no está delante y nos es más fácil omitir la respuesta. Ignorarlo. Despreciarlo. “No tenemos tiempo” para poner dos palabras negro sobre blanco porque atender a quien se comunica con nosotros deja de ser una prioridad en nuestra “urna de cristal”. Pero no se equivoque: el resultado suele ser muy parecido a cuando no respondemos verbalmente: la persona que no recibe respuesta tiende a sentirse despreciada, ofendida. ¿A quién no le pasó?
Por contar un ejemplo contrario diré que una vez tuve un jefe que respondía absolutamente a todos los e-mails que se le mandaban, aunque fuera con un simple “gracias”. La sensación era justo la contraria al caso anterior: ¡¡nos escuchaba y nos dedicaba una mínima parte de su tiempo a respondernos!! Puede parecer una tontería, pero estos pequeños detalles son los que acercan o alejan personas, los que definen la calidad humana de un jefe.
Fíjense que situación tan absurda padecíamos en esa empresa: nos sorprendía que nuestro jefe nos respondiera, es decir, que dialogara con nosotros, que se comunicara. En un mundo “normal” lo que debería sorprendernos sería lo contrario, pero estamos llegando a un punto tal de incomunicación que cuando alguien tiene la cortesía de atender un escrito… ¡¡nos sorprendemos!!
Veamos ahora el día a día de muchos jefes en las empresas. Dan órdenes: “el viernes me pasáis un informe detallado con las gestiones de la semana”. Eso se llama autoridad. Los vendedores pasan el informe y punto pelota. Sin embargo, si como jefes decidamos 10 segundos a cada vendedor para decirle: “He recibido tu informe, Sergio. Gracias por la puntualidad”, eso se llama humanidad. Autoridad versus humanidad. Usted elige.
Retomo la frase de Robin Sharma: estas pequeñas disciplinas cotidianas son muy bien agradecidas por nuestros interlocutores y son las que generan importantes cambios que conducen al éxito. Yo doy fe de ello. No se puede usted ni imaginar el grado de acercamiento que se alcanza y la impresión de humanidad, sensibilidad, cariño, que se transmite con un gesto tan simple como responder a los escritos de las personas. Eso “no tiene precio” (como el anuncio de la Visa).
Desde aquí quiero animarles a practicar rutinas tan simples. Tan simples que precisamente por eso se nos pasan desapercibidas. Ahí está el problema. No podemos permitirnos el lujo de ir poniendo barreras a la comunicación; si lo hacemos, antes de que nos demos cuenta habremos creado una isla de la que no habrá balsa que nos saque.
¡¡Humanidad, señores, humanidad!! Hay que volver a recuperar valores tan capitales para el buen funcionamiento de las empresas y de la vida en general. Y se empieza por lo más cotidiano, lo del día a día: comunicarse con los demás.
Un fuerte abrazo
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Hola Joanillo,
ResponderEliminarLo que comentas debería ser un derecho universal, y quién no lo cumpliese ser consciente de que realiza - como dijo alguién seguro!! - 'un crimen contra la humanidad que no tiene amnistía ni perdón'
Un abrazo,
Marga Moya
Eso mismo pienso yo, Marga. Pero si metiéramos en la cárcel a los que comenten ese "delito", el mundo se nos haría enorme y las cárceles raquíticas.
ResponderEliminarUn abrazo
No contestar a los emails es además de mala educación. Como tú dices, igual que no se puede dejar a una persona con la palabra en la boca no se puede ir por la vida sin contestar emails. Si no damos a basto, un simple acuse de recibo educado es suficiente. Lo de los jefes clama al cielo, pero no son los únicos.
ResponderEliminarHay jefes que dan una imagen muy pobre de sí mismos.
Ramon dice:
ResponderEliminar¿Contestar a un subordinado? Qué barbaridad... ¿que un cliente agradezca con un gracias a un envío de información? qué barbaridad... este tema afecta tanto a "líderes" como a clientes y, porqué no, a comerciales como yo, que muchas veces no contestan envíos de documentación solicitada o interesante para ellos, hasta que uno se cansa y no envía a los que no contestan con un simple "recibido, muchas gracias"... me lo aplicaré a mi también, ¡por si se me olvidase! ;-)
¡¡¡Saludos!!!
Ah! Y gracias por el escrito... ¡y los saludos a mi aportación anterior! Me sentí aceptado en tu blog ;-)
Muy bueno Juan Jose, la verdad es que si todos fuéramos más personas, y tratáramos con respeto a todos, seria fabuloso, pero cada uno es como es, y no por mucha carrera universitaria, estudios, y conocimientos se tiene más educación, conozco personas que no han estudiado y tienen más educación que estos primeros.
ResponderEliminarHola Cristina, hola Ramón, Hola Juan Antonio:
ResponderEliminarhoy tuve un día muy ocupado y hasta ahora no pude ponerme con los comentarios del blog. ¡¡Ya me fastidia responder con retraso!! y precisamente el día en el que defendí la importancia de dar respuesta a quien se comunica con uno. En fin, aunque tarde, aquí tenéis mi feedback.
La queja general de muchos directivos son los problemas de comunicación dentro de sus organizaciones. ¡¡Qué fácil es mirar hacia los demás!! ¡¡Qué fácil es encontrar problemas pero no soluciones!! Si realmente se replantearan su día a día y establecieran prioridades en sus tareas, quizá se darían cuenta que llenamos el día de cosas absurdas que no aportan gran cosa al negocio y, por causa de ello, desplazamos y relegamos a las personas a un papel de "meros individuos que vagan por ahí dentro y obedecen órdenes"
Si las personas no son una prioridad para los directivos, ¿cómo después se sorprenden de que haya problemas? A las personas hay que responderles, aunque solo sea por cortesía.
Si nos fallan estos valores tan críticos en una organización, al final nos fallará todo.
Un abrazo y muchas gracias por vuestros comentarios.