Siempre he pensado que en las empresas se confunden ambos términos con demasiada frecuencia, y que hay personas que se tienen por más importantes que otras. Lo malo no es solo eso, sino que actúen como tal, es decir, que en su día a día vayan dando muestras de arrogancia y prepotencia frente a sus subordinados. Ahí empiezan las rencillas y los conflictos en las relacionas laborales que luego derivan en odios y problemas de índole mayor.
Veamos. Organizar una empresa consiste en subdividir el trabajo en áreas funcionales y asignar las tareas a las distintas personas que van a desarrollarlas. Todas las personas que salgan de este reparto son necesarias, y por lo tanto, todas son importantes para el futuro de la organización. O acaso, ¿alguien contrata a alguien que no necesita? Un administrativo es igual de importante que un director de marketing, porque para que la empresa funcione correctamente alguien debe desempeñar las tareas más básicas (atender el teléfono, enviar correspondencia). Imaginemos por un instante que prescindimos de esa gente que realiza tareas cotidianas que algunos llaman erróneamente “poco importantes”: que no exista nadie para atender las llamadas de los clientes, o que no exista nadie que limpie la oficina todas las tardes cuando acaba la jornada. ¡¡La empresa se convertiría en un caos y tarde o temprano pagaría un precio muy alto por este desorden!!
Por lo tanto, no lo olvidemos: ¡¡todas las personas contratadas en una organización son igual de importantes!! De su buen hacer depende que la empresa siga adelante.
Vamos ahora con la responsabilidad. Lo que no cabe duda es que hay personas que asumen mayores responsabilidades que otras. Un error de un director de marketing puede traer consecuencias peores que un error ortográfico de un administrativo en el escrito a un cliente. Lo que se remunera en las empresas es la responsabilidad que asume cada empleado, NO la importancia –insisto-. A mayor nivel de responsabilidad, mayor retribución (dineraria o en especie: coches de empresa, planes de pensiones…)
¿A dónde quiero llegar con esta disertación? Lo que quiero es que muchos directivos tomen conciencia de que sus subordinados se merecen todo el respeto y admiración del mundo, pues al fin y al cabo son tan importantes para la organización como ellos mismos. Me ha tocado vivir muchas fases distintas en las empresas en las que estuve y en cada una de ellas vi cosas llamativas: desde directivos que se subían a su pedestal y no bajaban ni para hablar con los subordinados, hasta empleados que tenían pánico atroz a hablar con un superior y decir lo que pensaban.
Esta separación en “castas” no es nada buena para la empresas que pretenden ser eficientes y dinámicas, y muchas veces las distancias las marcan los propios directivos (mandos intermedios, directores de departamentos, etc.) al tenerse por seres más importantes que los demás y actuar como tales. El fallo reside en pensar que un acercamiento a los de abajo, a los que son igual de importantes que ellos, significa una pérdida de autoridad y respeto. ¡¡Nada más alejado de la realidad!! Yo he hablado de tu a tu con decenas de directivos, me he cuestionado sus decisiones, he aportado y defendido las mías, y jamás por ello les perdí el respeto o menoscabé su autoridad.
Voy a “rizar el rizo”. Diré que hay ciertas ocasiones en las que la importancia de una persona nada tiene que ver con el grado de responsabilidad que asume. En un equipo de vendedores, puede surgir uno que haga buenas aportaciones para el futuro del negocio y ello le convierte en importante, valioso. Sigue siendo un vendedor, con responsabilidad inferior a un mando intermedio, pero adquiere más importancia que su jefe. Por lo contrario, todos tenemos algún ejemplo cercano de algún alto cargo que se tenía por importante para la empresa y que, de la noche al día, fue despedido y sustituido, sin que para nada se resintiera la organización. Ergo, quizá no era tan importante como él mismo se creía.
Las únicas personas con cierta importancia en las empresas son aquellas cuya posición es imprescindible para el negocio, y de estas hay muy pocas en las empresas. Salvo raros casos, el resto somos totalmente prescindibles y sustituibles. Ello da fe de que no somos tan importantes como creemos, aunque sí asumamos altos grados de responsabilidad.
Concluyo volviendo al principio del debate; no está demás que la gente asuma que los negocios funcionan con el apoyo de todos, que todos son igual de importantes a la hora de arrimar el codo (cada uno en su papel). Vernos igual de importantes es un punto clave para generar buenos ambientes laborales y evitar rencillas y problemas. A partir de ahí, cada uno debe asumir las responsabilidades inherentes al cargo que ocupa, que para ello las tiene reconocidas y retribuidas en nómina.
Iguales antes los demás, diferentes en el ejercicio propio. Ésta sería la frase definitiva.
Un abrazo
Este tema tiene muchos puntos de vista diferentes. Los más habituales pueden ser los que indicas pero me gustaría aportar alguno basado en experiencias propias.
ResponderEliminarHay personas que tienen puestos de baja responsabilidad, no entro en que sean más o menos importantes, pero que tienen gran influencia en las responsabilidades de los demás.
Ejemplo: he trabajado con varios administrativos, almaceneros, técnicos de servicio técnico, que tienen "el síndrome del funcionario", es decir, que al no tener contacto directo con el cliente, no tienen conciencia de que sus acciones (o inacciones) pueden echar abajo en un día la labor de un equipo de ventas o la reputación de una empresa duramente conseguida durante meses o años.
Con esto, que no dejan de ser casos puntuales, quiero decir que hay más responsabilidad en muchos cargos "de base" de lo que parece desde la distancia.
Un saludo,
Celestino Martínez.
Gracias por tu ejemplo, Celestino. La verdad es que esta situación se da con más frecuencia de lo que nos gustaría y es cierto que algo se debe hacer para corregirla. Lo que no tiene sentido es que unas personas con el "sindrome del funcionario" (como tú defines)echen por tierra la labor de otras. Yo creo que la solución tiene que venir del lado de los incentivos, haciendo que todo el mundo que contribuye en algún grado a la consecución de un objetivo común, tiene que recibir compensación en ese mismo grado. De este modo estas personas encontrarían aliciente en su trabajo y verían que su responsabilidad es reconocida y premiada.
ResponderEliminarUn abrazo
Joanillo
Esto de los incentivos es algo complejo. La teoría nos dice que con una compensación económica alguien trabajará más motivado pero en la práctica esto dura lo que dura el factor novedad.
ResponderEliminarCreo más en los incentivos de estar haciendo algo que te encanta, sentirte reconocido, etc...
Este vídeo habla de los incentivos y creo que dice cosas muy interesantes. Está sacado de un comentario de un post en el blog de Mertxe Pasamontes. El vídeo está en inglés pero se entiende bastante bien porque casi está subtitulado:
http://www.santigarcia.net/2010/05/que-es-lo-que-motiva-la-gente.html
Un saludo,
Celestino Martínez
Lo de los incentivos daría mucho para hablar. Yo creo que hay maneras de conseguir un efecto más duradero, pero bueno, será tema para otro debate.
ResponderEliminarLo que quería transmitir es que a la gente hay que implicarla de algún modo en el proyecto empresarial, sobre todo a esos elementos "sueltos" que tu denominas con el "sindrome del funcionario" debido a que sus puestos no tienen demasiados alicientes para tratar de hacer una buena labor. Aunque estén en puestos de baja responsabilidad, ello no significa que deban quedar al margen de los resultados que obtenga la empresa. De un modo u otro hay que "meterlos" para adentro. Si no lo hacemos, tendremos un problema gordo con el tiempo.
Gracias de nuevo por tu aportación y por el interesante video que nos pasas.