ALINEAR OBJETIVOS E INCENTIVOS

Si el otro día hablaba de lo importante que es que las empresas usen los incentivos como una manera de dirigir los esfuerzos hacia la dirección que le interesa a la compañía, hoy voy a dar un paso más en este enfoque.

Cualquiera que pensara en como premiar a los trabajadores de una agencia de viajes por alcanzar ciertos objetivos corporativos, vería lógico que se les retribuyera con un viaje; el resultado sería doble: por un lado agradecemos el esfuerzo del empleado y por otro, al disfrutar de su premio, estará formándose para la compañía, adquiriendo conocimientos de un nuevo destino para luego poder venderlo mejor en la oficina a los clientes. Lógico.

Si la cuestión es tan evidente, ¿por qué no la usamos también en otros ámbitos? Imaginemos que a mí me interesa que mis empleados den una muy buena imagen ante los clientes como seña distintiva de la compañía; incluso apuesto por que ésta sea una característica diferenciadora de mi empresa frente a los competidores. Entonces establecería unos objetivos concretos (por captación de clientes, por fidelización, por cuotas de mercado, por crecimientos, por lo que sea) e incentivaría su consecución con premios en cheques de determinadas boutiques de ropa. Lo lógico es que el empleado estaría encantado de poder comprarse trajes de marcas de prestigio (algo que no está al alcance de cualquiera todos los días) y yo estaría alineando los incentivos con el objetivo empresarial.

Pongamos otro nuevo ejemplo. Imaginemos que me interesa que mi compañía esté a la vanguardia de la tecnología y que quiero conseguir que los vendedores tengan inquietud por estar al día sobre nuevas herramientas, pensando que en un futuro cercano voy a cambiar la manera de realizar las comunicaciones internas. En este caso los premios consistirían en artículos tecnológicos alineados con el objetivo empresarial: blackberrys, PDA’s, ipod, netbooks…

Otro más; supongamos que tengo una zona con demasiada rotación de personal y pretendo aumentar la satisfacción de los empleados para corregir el problema. Podría diseñar una estrategia basada en implicar a los familiares directos de los trabajadores a sabiendas de la importancia que sus opiniones puedan tener en sus cónyuges. La idea es vincularlos emocionalmente con la compañía para que así puedan hacer de “barrera de salida” cuando sus parejas comiencen a darle vueltas a la idea de dejar la empresa. Los incentivos en este caso serían de índole “familiar”, o sea, que no estén expresamente dirigidos al empleado sino también tengan efecto motivador sobre su entorno más cercano: cenas en restaurantes con cargo a la empresa, electrodomésticos, viajes de fin de semana con acompañante…; cualquier cosa que tenga repercusión directa en el cónyuge y que contribuya a transmitir una imagen de empresa preocupada por la familia.

Son tres ejemplos pero seguro que podrían aparecer más. Los incentivos son herramientas muy potentes si se saben usar con lógica y buen hacer. No solo tienen la misión de motivar al personal, sino que además pueden llegar a cumplir otros objetivos secundarios: reorientar los esfuerzos hacia una dirección concreta y alinear a los empleados con la misión corporativa.

Pensemos en ello y aprovechémoslos lo mejor que podamos.

Un abrazo

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