Cuando escuchamos a alguien decir que es “muy ambicioso”, automáticamente le colocamos un matiz peyorativo y lo asociamos con una persona sin escrúpulos, capaz de cualquier cosa con tal de alcanzar su meta. ¿Por qué llegamos a tal degradación de una palabra que, sin embargo, surgió con la idea de dar una imagen de ilusión, esfuerzo, ganas, lucha?
Seguramente porque a lo largo de nuestra vida nos topamos con muchas personas cuya ansia de poder les llevó a no respetar al prójimo en su lucha por alcanzarlo. Como a este tipo de personas las estuvimos denominando “muy ambiciosas”, ahora mismo ya tenemos creada una imagen que asocia esa palabra con un “estilo” muy particular de conducirse en las relaciones laborales.
Yo trataré de recuperar el verdadero sentido de la palabra y halagaré desde aquí a quien se considere ambicioso. Es más, si yo tuviera que buscar cualidades de un candidato en un proceso de selección, me atraerían enormemente aquellos aspirantes que se autocalificaran de “ambiciosos”. Por lo contrario, si alguien me dijera frases del estilo de “es que yo soy muy campechano, muy tranquilo, no soy nada ambicioso, me conformo con el salario que ofrezcan para el puesto”, me lo pensaría varias veces antes de seguir adelante con ellos. ¿Quieren saber por qué?
Fácil de entender. A una persona ambiciosa le gustan los retos, y eso es lo mejor que pueda pasar a la hora de gestionar personas. ¡¡Hablemos!! ¿Cuál es tu reto? ¿Qué objetivo tienes dentro de la organización? ¿Cuánto quieres cobrar? ¿A qué aspiras? Ante planteamientos de este tipo yo tendré margen para poner objetivos: “está bien; tu objetivo es alcanzable en esta organización pero nosotros esperamos de ti tal cosa”. Si le ponemos un reto asumible obtendremos un trabajador ilusionado y deseoso de esforzarse por lograrlo. Su ambición por conseguir la meta es el planteamiento perfecto para conseguir su máxima implicación y compromiso.
Pensemos en sentido inverso. ¿Cómo le ponemos retos a una persona que se autodenomina “nada ambiciosa”, “campechana”? ¡¡Que todo le da igual!!, por decirlo llanamente. Una persona sin aspiraciones de ningún tipo es una persona que está viendo “la vida pasar”. Aquí es más complicado generar ilusión y provocar esfuerzos. Desde el punto de vista de la gestión del personal, tendré menos herramientas para motivar a este empleado que al que se califica de ambicioso.
En consecuencia, desde mi punto de vista la ambición es un valor interesante cuando tenemos que seleccionar personas para un proyecto que permita desarrollo profesional aunque curiosamente, a muchos mandos intermedios les “asusta” este perfil de aspirantes. ¿Por qué será? La ambición no tiene por qué entenderse en sentido peyorativo si va acompañada de respeto al prójimo. El fallo viene cuando no se cumple esta segunda premisa, cuando quien es ambicioso no tiene ningún escrúpulo y es capaz a entrar a saco en el terreno de otras personas. Es lo que calificamos como “trepa”, y obviamente este perfil sí que va a generar conflictos en el seno de la organización.
Sólo me queda una última cuestión que conviene aclarar. Trabajar con personas ambiciosas puede llegar a ser interesante siempre que la organización tenga la capacidad suficiente para aportar retos a estos empleados. En una empresa “estática”, en la que no hay muchas posibilidades de desarrollo, tener empleados ambiciosos puede suponer “quemar” a un buen trabajador.
¿Y tú? ¿Cuánto quieres cobrar? “Más que tú” (respuesta de un aspirante a su entrevistador). ¡¡Contratado!!
Un abrazo
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Hola Joanillo,
ResponderEliminarUf…cada vez me pones más difícil intervenir…para mí el concepto ambición es sinónimo de envidia, lo asocio con el trepa, el listillo, el conseguir poder a toda costa…por eso a mí particularmente no me gusta este término.
Pero tal y como tú creo que lo expresas: Si se trata de profesionales que intentamos ser mejores, y si no lo conseguimos seguimos en ello…a veces demasiado críticos y incluso destructivos, pero también a veces comprensivos y reflexivos.
Nos gusta lo que hacemos porque 'creemos' en ello, porque claro que queremos vivir de ello, pero también aprender de ello. Nos gusta hablar de otros, ofrecer oportunidades que vemos, emprender. Aunque todos tenemos épocas o momentos de ambición, claro!!… si señor, sí....estoy de acuerdo contigo.
Bueno, creo que empiezo a conocerte un poco, no?
Un abrazo,
Marga Moya
Hola Marga:
ResponderEliminarla verdad es que esta palabra está totalmente "prostituida" y su significado actual en nada se ajusta al verdadero sentido etimológico con el que figura en los diccionarios.
La ambición desmedida llevó a muchas personas a no respetar a los demás con tal de alcanzar su meta, y cuando esto se convirtió en un hábito se generó esa mala imagen de la palabra que tú mencionas.
Pero bueno, vuelvo al inicio: sin ambición no hay retos. Tener ambición es echar gasolina al motor que nos impulsa. ¿Qué sería de una persona sin ambición? Que vida más triste, ¿no?
Seamos ambiciosos y respetuosos con los demás al mismo tiempo. Ganemos las cosas por nuestros méritos, no a costa de pisar a los demás. ¡¡Esa es la línea a seguir!!
Un fuerte abrazo
Muy Interesante...
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