A los estudiantes que se asoman al mundo empresarial se les enseña que el éxito se alcanza haciendo una buena planificación del negocio. Se dice que es importantísimo dedicar buena parte del tiempo a observar el entorno en el que estamos metidos, a decidir dónde está el destino al que queremos llegar y cuál es la senda que nos llevará hasta él, a tratar de intuir qué obstáculos nos encontraremos en nuestro camino y a tener previstas algunas alternativas para sortearlos.
Si entramos en cada una de las áreas funcionales de la organización (que, al fin y al cabo, son las que dan sentido a ese todo llamado empresa), el planteamiento es el mismo. En cada una de ellas debe hacer una planificación pormenorizada, coherente y alineada con el objetivo final de la organización. De esto se encargan los responsables de cada uno de los departamentos.
Si la organización es grande y vamos descendiendo por la pirámide jerárquica, vamos encontrando mandos intermedios cuya labor es supervisar que se den los pasos preestablecidos y que, día a día, nos vayamos acercando a la meta fijada y que además lo hagamos conforme al plan previsto, es decir, por la senda adecuada. Pero a medida que descendemos parece que el papel de “planificar” se diluye (¡¡eso lo hacen los de arriba!!, mi tarea es hacer cumplir las directrices) y lo que cobra fuerza es la dirección y el control puro y duro.
Pero, yo me pregunto: ¿se puede dirigir sin planificar? Me estoy imaginando al directivo de turno, levantándose por la mañana y dirigiéndose a la empresa con el pensamiento siguiente: “a ver qué tengo que hacer hoy”; o, “ a ver que me encuentro”; o, “a ver que problemas hay que resolver”. Yo llamaría a esto, “dirección por improvisación”.
No cabe ninguna duda que dirigir es resolver los problemas que surjan en el día a día, y que cada jornada nos depara nuevas sorpresas frente a las que hay que reaccionar. Pero eso es una cosa y otra diferente es entender que nuestra función es exclusivamente esa, abordar los problemas cuando aparecen. O dicho de modo más simple, ir a la oficina con unos tablones, unas puntas y un martillo para taponar las vías de agua que aparezcan ese día. Pues no. La misión de un mando intermedio es dirigir personas, formarlas, motivarlas, para que desempeñen de modo óptimo su función dentro de la organización y ayuden con ello a alcanzar las metas previstas. Y dirigir personas es algo más que improvisar decisiones. Es también planificar “cómo” conseguir que las personas den lo mejor de sí.
Pensemos en un corredor de fórmula 1; antes de salir a la pista a competir estudia perfectamente cómo es el circuito, cada curva, cada cambio de rasante; repasa mentalmente qué marcha debe poner en cada tramo, cuando acelerar a fondo y dónde está la referencia para la frenada. Solamente después de este entrenamiento mental podrá hacer su trabajo con garantías de éxito, y eso no significa que no vayan a aparecer imprevistos (día lluvioso, bache en la recta de meta…) que deba sortear con sus habilidades e improvisando soluciones. Pero lo que no hace es salir a la pista con el pensamiento… ¡¡a ver qué me encuentro!!, “a ver que tengo que hacer hoy”. Sería un fracaso asegurado.
A los directivos les pregunto: ¿cuánto tiempo dedica usted a planificar su trabajo del día siguiente en la empresa? ¿cuántas veces se traza un objetivo de dirección para la próxima jornada? ¿Cuántas veces repasa usted mentalmente “el circuito” para trazar una estrategia “de carrera”? ¿Es usted director por improvisación o director planificador? Un director improvisador llega a la oficina sin un plan de trabajo para ese día. Un director planificador tiene claro antes de salir de casa qué es lo que va a hacer ese día a la empresa. Por ejemplo: “hoy tengo que conseguir que fulanito de tal y citranito de cual se entiendan mejor y limen sus asperezas; o, mañana tengo que conseguir que mi equipo aprenda algo nuevo.
Tener un objetivo en mente es la mejor manera de sentirse útil, de encontrar una razón de ser al trabajo diario. Es llenar los “huecos” con tareas productivas que empujen al equipo en la dirección adecuada. Lo contrario es llegar al despacho para ver “pasar la vida”. Si aparecen problemas, los resuelvo. Y si no…
Hola JJ.
ResponderEliminarEl título del post es realmente ilustrativo de lo que les ocurre a muchos directivos -y creéme, no únicamente mandos intermedios¡-.
Hay gerentes que tienen "ocurrencias" en lugar de ideas y las lanzan a su organización sin haber valorado los puntos fuertes, débiles, consecuencias, etc....
Hay otros que continuamente van "surfeando" sobre lo que va aconteciendo día a día sin una agenda planificada.
A todos ellos los disculpo -yo me incluyo en ocasiones entre ellos-; pero por lo menos admito mis debilidades, las analizo y las intento minimizar.
El principal problema de la "dirección por improvisación" es el tamaño de la Organización (cuanto más grande sea la empresa, menos podemos improvisar) y ello es lo que lleva al caos a directivos, directores comerciales -conozco a varios- que son capaces de gestionar núcleos mas o menos pequeños de personal y se vuelven locos cuando los ascienden y continúan gestionando de la misma manera.
Hola JJ.
ResponderEliminarMuy buen post y realmente ilustrativo de lo que pasa en muchas empresas ¡¡y que conste, no sólo los mandos intermedios improvisan¡¡ . He visto/sufrido a varios CEO´s -exalumnos de escuelas de negocios de renombre- que confunden las ideas con las ocurrencias y/o que se sienten cómodos en ir "surfeando" sobre los problemas sin profundizar ni solventar ninguno.
El problema de la Dirección por Improvisación es el tamaño de las Organizaciones (si la empresa es pequeña, en principio, se puede improvisar mas que si estás gestionando una red de ventas de 200 almas ¿estamos de acuerdo?). Este es uno de los motivos por los cuales hay batacazos de libro cuando se asciende a gente que no es capaz de asumir un mayor nivel de responsabilidad, de presión, de capacitación y continúa utilizando métodos artesanales para gestionar personas (ojo, hay que gestionar con el corazón aparte de con la cabeza, pero esto ya es otro tema) en lugar de utilizar la planificacion, tener un plan de contingencia si las cosas salen mal, analizar los puntos fuertes, débiles, la posible acción de la competencia, el entorno etc.....
Luego pasa lo que pasa.
Hola Manuel:
ResponderEliminarLo que creo que pasa es que la rutina a la que nos acostumbramos en nuestro trabajo nos hace perder la orientación, de tal modo que al final confundimos lo urgente con lo importante (¡¡la eterna confusión de siempre!!) ¿Qué es lo urgente? Resolver problemas. Pero, ¿qué es lo importante? Motivar al equipo, conducirlo, desarrollarlo, potenciarlo, extraer todo el talento... Muchos mandos intermedios están plenamente volcados en lo primero (lo urgente) y olvidan lo segundo (lo importante). Se vuelven "jefes reactivos" en lugar de ser "líderes proactivos".
La reactividad es mirar hacia atrás, mientras que la proactividad es hacerlo hacia adelante, hacia el futuro. Y siendo esto así, ahí entra el papel de planificación del que estamos hablando. ¿A qué vamos al despacho? ¿Tenemos un plan para mejorar algo en nuestro equipo? ¿O vamos simplemente a resolver problemas? Esa es la cuestión que yo planteo en este artículo.
Gracias por tu aportación, Manuel.
Un fuerte abrazo
Hola JJ,
ResponderEliminarA nivel de emprendedores también hay mucha carencia de 'formación' empresarial, hacemos temas tecnológicos, Plan de empresa muy general (dónde los objetivos que muy difuminados) y una pincelada de un poco de todo, pero temas sobre calidad por ejemplo, de tratamiento de datos personales y planes de seguridad o comunicación de momento, ni se nombran... o yo no he sabido encontrarlo. Poco a poco vamos haciendo...pero tan poco a poco!!
Un abrazo,
Marga Moya
Hola Marga:
ResponderEliminara raiz de tu comentario sobre la ignorancia tecnológica, aspecto con el que coincido plenamente, me acordé de una frase que leí en un libro recientemente:
¿tienes mentalidad analógica en un mundo digital?
Dejo ahí la pregunta para la reflexión.
Gracias por tu aportación.
Un abrazo